El cigarrillo se iba consumiendo lentamente sin que los labios lo tocasen. Reposaba en el cenicero dejando pasar los interminables segundos de una tarde calurosa de sábado.
Un esqueleto de cenizas que se encuentran temerosas de que la más mínima brisa hiciera polvo su ser y desperdigase por todo el patio lo que antes había sido objeto de deseo.
El cigarrillo se impacienta, más de la mitad de su cuerpo se ha consumido y no lo han vuelto a tocar. Su corta existencia va camino a su fin y no ha logrado su cometido. No ha podido envenenar los pulmones de ese hombre un poco más.
El cigarrillo decide que es momento de actuar. Aprovecha la brisa arremolinada del patio para saltar del cenicero hacia el pantalón de ese hombre dormido. El cigarrillo ríe. Sabe que el hombre está demasiado dormido y que se dará cuenta cuando sea tarde para actuar. El cigarrillo se siente realizado. Logró trasladar su destino a ese cuerpo. Ahora el hombre se irá consumiendo lentamente sin que nadie lo toque.
El hombre reposaba en un sillón dejando pasar las interminables horas de una noche plagada de mosquitos. Pero al hombre no le importa ver como su cuerpo se va convirtiendo en cenizas. Al contrario pareciera que mira con cierto agrado la idea de desaparecer y convertirse en polvo. Ya sólo queda un esqueleto de cenizas de lo que en otro tiempo fue un hombre.
El viento empieza a arremeter contra las cenizas que se separan y empiezan a tomar vuelo. Millones de partículas de lo había sido un ser vivo viajan a tan sólo unos metros del suelo buscando un lugar donde aterrizar.
Algunas deciden emprender viaje hasta la casa de la familia del hombre. Reposarse sobre sus padres para ser nuevamente parte de ellos. Rozar sus mejillas intentando darles un beso como saludo. Otras atacan los ojos de su hermano intentando ejercer en él un rechazo hacia el cigarrillo en forma indirecta.
Otras aprovechan que es sábado y enfilan por Gaona en búsqueda de antiguos compañeros de juerga. Se apoyan en sus brazos y se ríen de las anécdotas. Les cuesta mantenerse junto a ellos. Se mueven demasiado al bailar y no les gusta tener cenizas sobre la ropa.
La gran mayoría de las cenizas, a poco de emprender vuelo deciden que no vale la pena emprender un nuevo viaje y optan por dejarse caer para perderse en algún rincón o incluso escaparse por una rejilla.
Sólo unas pocas deciden volver hacia dónde estaba ese hombre. Creen que su lugar es ese y no quieren irse de allí. Se reagrupan como pueden tratando de dar formar a ese cuerpo. Pero son muy pocas y sólo dibujan con cenizas un ojo entreabierto y unos labios secos.
El ojo pasa de estar entreabierto a abierto por completo. Los labios se separan para proferir un insulto. Todas las cenizas desperdigadas los escuchan y entienden que es una orden. Deben regresar. Se reagrupan nuevamente dando forma al hombre otra vez.
Una mano limpia las cenizas de más que quedaron sobre el pantalón. Un ojo mira el agujero que quedó producto de haberse dormido. El otro busca el atado.
El brazo se extiende y uno de los cigarrillos da un paso al frente. Siente que es su deber luego del acto de heroísmo de su desaparecido camarada. El hombre le da una pitada y lo deja en el cenicero.
Pareciera que la historia se repite. Los cigarrillos se impacientan. El hombre da una nueva pitada y los cigarrillos se tranquilizan. Pero el hombre se levanta y se va del patio dejando atrás a ese ejército de asesinos silenciosos. Los cigarrillos enloquecen. Su víctima se ha escapado. Miran ahora los restos de aquel valiente voluntario que se inmoló. Miran como un nuevo camarada se consume en el cenicero y no saben que hacer. El cielo se nubla y empiezan a caer algunas gotas. Los cigarrillos saben que ha llegado su fin.
El hombre regresa al patio. Toma el sillón y el atado colocándolos al reparo de la lluvia. Los cigarrillos vuelven a estar felices, el hombre tiene puesta una camisa y ahora viajan pegados a su pecho. Ven orgullosos al nuevo soldado que parte hacia la boca del hombre. Lo escuchan desde el interior del ser. Les grita que se siente orgulloso de ser parte de esa nueva ofensiva contra el hombre. Los describe los pulmones con lujo de detalle, orgulloso de la obra de sus antecesores y de poder ser parte de ello.
Los cigarrillos festejan y se pelean entre ellos para ver quien será el próximo voluntario. Es tan terrible el alboroto que se produce dentro del atado que uno de ellos llama a silencio ante el temor de ser descubiertos. Cree que el hombre los ha escuchado. Pero el hombre no los escucha, está demasiado sordo para hacerlo.
El hombre deja su casa vestido de fiesta con sus futuros asesinos junto al corazón. Se encuentra con sus amigos en la puerta del edificio y empiezan a caminar. Cruzan una calle con apuro entre medio de los autos. El hombre tiene un corto ataque de tos. Carraspea y escupe, luego ríe con sus amigos al respecto y brindan con alcohol.
Los cigarrillos se suman al festejo. Entrecruzan saludos con ejércitos conocidos que se ubican en los bolsillos de los amigos del hombre. El hombre ríe sin darse cuenta de nada. Los cigarrillos ríen pero porque saben que el fin está cerca y su víctima no se ha enterado aún.
Un nuevo voluntario salta a los labios del hombre. Todos sus compañeros lo alientan porque saben que ya falta muy poco. Mucho de menos de lo que el hombre se imagina.
By Manuel Castellano
domingo, 9 de noviembre de 2008
jueves, 6 de noviembre de 2008
No me llames más
Arriesgándome a ser catalogado de psicópata, perseguido, viejo choto y un sin fin de calificativos despectivos que probablemente sean ciertos; voy a compartir con ustedes una reflexión que tuvo lugar en mí intrincada mente la pasada madrugada. Y es debido a que he compartido antes con algunos conocidos este pensamiento y obtuve las más dispares respuestas, que comienzo estas líneas atajándome a las seguras críticas que voy a recibir.
El tema es el siguiente, cada vez que suena el teléfono y/o celular después de las diez de la noche, mi reacción natural es tirar la frase “¿Quién se murió?” o a lo sumo puede surgir como variante un “¿Qué carajo pasó?”. Reitero que aclaré antes de empezar que no era un dilema filosófico ni nada por el estilo así que si sigue leyendo sabiendo de lo que se trata esto es culpa suya.
Tratando de encontrar una explicación a este “temor” si quieren darle un nombre, empecé a hurgar en mis recuerdos tratando de encontrar algo que lo justifique. Lo primero que se me vino a la mente fueron las reiteradas ocasiones en las que sonaba el teléfono en casa y al atender uno se iba enterando del fallecimiento de parientes, conocidos, compañeros de trabajo, mascotas y demás yerbas. Creo que no hace falta ser un psicólogo para darse cuenta de que acá está el origen de mi primera pregunta.
Pero descubrir esa respuesta me lleva a otras preguntas. ¿La gente se muere más por las noches que durante el día? ¿Era necesario llamar a las 2 de la mañana para dar esa noticia? ¿No podía esperar el carnudo que llamó a que se hagan las 8 por lo menos? ¿Cambia algo que uno se enteré entre sueños a que lo haga con un poco más de coherencia otorgada por un desayuno? Y lo más importante ¿hay que tener un modelo de diálogo al momento de tener que dar una noticia de ese tipo?
Bue… lo dejo ahí porque me estoy empezando a engranar y prefiero pasar a la segunda pregunta porque uno ya descarta la muerte pero interiormente sigue preparándose para escuchar una mala noticia. El recuerdo más reciente que tengo de una llamada tarde es de hace casi un año. Háganse una idea mental: fines de noviembre, noche de mucho calor, están sentados en pantalón corto y ojotas disfrutando una cerveza helada, música de fondo y una íntima sensación de sentirse íntimamente realizado con poco. De pronto suena el teléfono. Atienden y se encuentran con la voz de su cuñado del otro lado que informa que lo echaron de su casa y necesita un lugar donde dormir. Pero ahí no termina la cosa, antes de cortar aclara que viene con guitarra, amplificador y perro incluido.
No voy a entrar en detalles de lo que fue esa experiencia y me voy a limitar a decir que hoy casi un año después tengo una bolsa de boxeo y un divorcio en trámite.
Creo que ahora todos pueden entender el porque de mis contestaciones de mierda cuando llaman por la noche. Todo bien, pero quiero que les queden un par de cositas en claro para poder conservar la amistad que nos une.
Primero: más allá de que me duerma cerca de la 1 de la mañana si lo que van a decir no es de extrema urgencia, después de las 22:00 no me llamen. Es más, voy a darles la misma explicación que les doy a los pibes del laburo. Antes de llamarme piensen si les puedo llegar a contestar “y yo qué carajo puedo hacer a esta ahora y desde mi casa?”.
Segundo: trabajo de lunes a sábados y me levanto a las 6 y media por lo que si es para boludear llamen los sábados que es noche de joda. Caso contrario, aténganse al rosario de puteadas que les puedo proferir como respuesta. El hecho de que ustedes estén al pedo no implica que yo también lo esté.
Tercero: el mensaje de texto puede resultar igual o más molesto que una llamada. Métanse los dedos en el orto y no abusen de la tecnología llevándome a que tire el celular a las vías del Sarmiento porque ganas no me faltan.
Bien, realizado el correspondiente descargo voy a intentar trasladar el origen de este divague reflexivo. Aclaro que sigo escribiendo y la cadena se me soltó hace un rato. Qué necesidad tenías de mandarme un mensaje a las 0:45 para avisarme que a nuestra perra (que dicho sea de paso no me dejás ver) tuvo su primera menstruación? Quién fue el reverendo hijo de puta que te dijo que andaba con problemas para dormir por las noches? No porque esa información sea falsa sino por el simple hecho de qué carajo te importa si duermo, cambié de marca de cigarrillos, me reencontré con viejos amigos o me hice un aro en el orto.
Flaca, a ver si te queda claro: no me rompas las bolas!!! Hacé tu vida que yo así estoy muy tranquilo. Si querés hablar con alguien llamá a la lacra de tu hermano o a las garcas de tus amigas. Y si lo que querés es coger te aviso que mi bragueta está cerrada para vos. Así que embadurna con mayonesa un paraguas y enterrátelo en el ojete. Y si vos también tenés problemas para dormir, clavate dos pajas que vas a ver como dormís catorce horas seguidas, te cogés a quien querés y no te contagias de nada.
En lo que a mí respecta, sólo quiero que me avises si llega algo mío a tu casa y que dejes de dar vueltas al pedo y vengas a hacer el cambio de titularidad del celular.
Y si no e quedó claro, no te preocupes, voy a buscar la manera de mandarte a la remismísima concha entablillada de la puta madre que te parió en cadena nacional y por stéreo dolby.
Que duermas bien y no me llames más!!!
By Manuel Castellano
El tema es el siguiente, cada vez que suena el teléfono y/o celular después de las diez de la noche, mi reacción natural es tirar la frase “¿Quién se murió?” o a lo sumo puede surgir como variante un “¿Qué carajo pasó?”. Reitero que aclaré antes de empezar que no era un dilema filosófico ni nada por el estilo así que si sigue leyendo sabiendo de lo que se trata esto es culpa suya.
Tratando de encontrar una explicación a este “temor” si quieren darle un nombre, empecé a hurgar en mis recuerdos tratando de encontrar algo que lo justifique. Lo primero que se me vino a la mente fueron las reiteradas ocasiones en las que sonaba el teléfono en casa y al atender uno se iba enterando del fallecimiento de parientes, conocidos, compañeros de trabajo, mascotas y demás yerbas. Creo que no hace falta ser un psicólogo para darse cuenta de que acá está el origen de mi primera pregunta.
Pero descubrir esa respuesta me lleva a otras preguntas. ¿La gente se muere más por las noches que durante el día? ¿Era necesario llamar a las 2 de la mañana para dar esa noticia? ¿No podía esperar el carnudo que llamó a que se hagan las 8 por lo menos? ¿Cambia algo que uno se enteré entre sueños a que lo haga con un poco más de coherencia otorgada por un desayuno? Y lo más importante ¿hay que tener un modelo de diálogo al momento de tener que dar una noticia de ese tipo?
Bue… lo dejo ahí porque me estoy empezando a engranar y prefiero pasar a la segunda pregunta porque uno ya descarta la muerte pero interiormente sigue preparándose para escuchar una mala noticia. El recuerdo más reciente que tengo de una llamada tarde es de hace casi un año. Háganse una idea mental: fines de noviembre, noche de mucho calor, están sentados en pantalón corto y ojotas disfrutando una cerveza helada, música de fondo y una íntima sensación de sentirse íntimamente realizado con poco. De pronto suena el teléfono. Atienden y se encuentran con la voz de su cuñado del otro lado que informa que lo echaron de su casa y necesita un lugar donde dormir. Pero ahí no termina la cosa, antes de cortar aclara que viene con guitarra, amplificador y perro incluido.
No voy a entrar en detalles de lo que fue esa experiencia y me voy a limitar a decir que hoy casi un año después tengo una bolsa de boxeo y un divorcio en trámite.
Creo que ahora todos pueden entender el porque de mis contestaciones de mierda cuando llaman por la noche. Todo bien, pero quiero que les queden un par de cositas en claro para poder conservar la amistad que nos une.
Primero: más allá de que me duerma cerca de la 1 de la mañana si lo que van a decir no es de extrema urgencia, después de las 22:00 no me llamen. Es más, voy a darles la misma explicación que les doy a los pibes del laburo. Antes de llamarme piensen si les puedo llegar a contestar “y yo qué carajo puedo hacer a esta ahora y desde mi casa?”.
Segundo: trabajo de lunes a sábados y me levanto a las 6 y media por lo que si es para boludear llamen los sábados que es noche de joda. Caso contrario, aténganse al rosario de puteadas que les puedo proferir como respuesta. El hecho de que ustedes estén al pedo no implica que yo también lo esté.
Tercero: el mensaje de texto puede resultar igual o más molesto que una llamada. Métanse los dedos en el orto y no abusen de la tecnología llevándome a que tire el celular a las vías del Sarmiento porque ganas no me faltan.
Bien, realizado el correspondiente descargo voy a intentar trasladar el origen de este divague reflexivo. Aclaro que sigo escribiendo y la cadena se me soltó hace un rato. Qué necesidad tenías de mandarme un mensaje a las 0:45 para avisarme que a nuestra perra (que dicho sea de paso no me dejás ver) tuvo su primera menstruación? Quién fue el reverendo hijo de puta que te dijo que andaba con problemas para dormir por las noches? No porque esa información sea falsa sino por el simple hecho de qué carajo te importa si duermo, cambié de marca de cigarrillos, me reencontré con viejos amigos o me hice un aro en el orto.
Flaca, a ver si te queda claro: no me rompas las bolas!!! Hacé tu vida que yo así estoy muy tranquilo. Si querés hablar con alguien llamá a la lacra de tu hermano o a las garcas de tus amigas. Y si lo que querés es coger te aviso que mi bragueta está cerrada para vos. Así que embadurna con mayonesa un paraguas y enterrátelo en el ojete. Y si vos también tenés problemas para dormir, clavate dos pajas que vas a ver como dormís catorce horas seguidas, te cogés a quien querés y no te contagias de nada.
En lo que a mí respecta, sólo quiero que me avises si llega algo mío a tu casa y que dejes de dar vueltas al pedo y vengas a hacer el cambio de titularidad del celular.
Y si no e quedó claro, no te preocupes, voy a buscar la manera de mandarte a la remismísima concha entablillada de la puta madre que te parió en cadena nacional y por stéreo dolby.
Que duermas bien y no me llames más!!!
By Manuel Castellano
sábado, 1 de noviembre de 2008
Tu recuerdo
Es extraño como el pasado se presenta ante nosotros en los momentos en los que uno menos se lo espera. Los recuerdos, esos hijos de puta que no hacen otra cosa sino abrir viejas heridas que creíamos cerradas, atacan cuando uno se encuentra con la guardia baja. Es como si uno estuviera tratando de incorporarse en el ring de la vida con las pocas fuerzas que le quedan en lugar de resignarse a aceptar nuestras limitaciones y la triste realidad y tirar la toalla. Cuando uno esta haciendo eso, es cuando ocurre lo peor. En ese preciso instante en que se logra establecer a duras penas la vertical aún con las piernas temblorosas, aparece un puño a toda velocidad cuya trayectoria finaliza en nuestro mentón. Es un golpe de knock out, de esos que nos van a dejar tumbados en la lona más allá de que la cuenta fuese hasta diez, veinte, cien o un millón. Pero me estoy yendo a la mierda hablando casi como Osvaldo Principi y no escapo a lo que quiero contar que es como me siento.
Vacío. Esa es la palabra que mejor refleja lo que en este momento siento. Pero contrario a lo que todos podrían llegar a suponer no es una sensación nueva o siquiera reciente. Es el mismo vacío que se abrió paso en mi interior el día que desapareciste de mi vida hace ya bastante tiempo.
Al ver tu sonrisa hoy retrocedí por lo menos diez años en el mar del tiempo. Mucho más no puedo retroceder porque mi cabeza no posee esa capacidad a esta altura de la vida. Retrocedí hasta ese preciso instante en que te dije sin decirlo que te amaba con locura. A ese lugar repleto de gente y al mismo tiempo tan íntimo que nuestras miradas no necesitaban ninguna palabra para expresar lo que sentíamos el uno por el otro. A tu perfume por las mañanas que era lo único que garantizaba mi presencia. A esas tardes en las cuales no importaba nada excepto vos. Y a esas noches en las que nunca sucedió nada de lo que hubiese querido, pero que me hacían feliz por sentirme iluminado por el brillo de tus ojos. A esos viajes hacia la nada que creía que me acercaban un poco más a vos.
Esos recuerdos me atacan una y otra vez. Me critican como lo hicieron hace mucho tiempo el hecho de que nunca supe encontrar las palabras, el lugar o el momento justo para expresarte a viva voz lo que mi corazón sentía. En realidad, el día que encontré esas palabras y me armé de coraje para decírtelas vos me interrumpiste antes. Fue el día en que me contaste que habías sellado tu destino e ibas a emprender un viaje en el que ni siquiera iba a poder despedirte desde el andén.
Voy a serte sincero, llegué a estar obsesionado con vos. Traté de seguirte el rastro pero siempre iba un paso tarde. Cuando yo llegaba a un lugar, vos acababas de irte. Así sucesivamente durante meses. Los meses se convirtieron en años y fue cada vez más difícil encontrar indicios de tu paradero. La gente que podía brindarme información frecuentaba esos lugares a los que dejé de asistir después de tu partida. Esos lugares habían perdido sentido sin tu presencia.
Ayudado por el alcohol, los amigos de siempre y las caricias de algunas mujeres que intentaron sin éxito llenar el vacío que habías dejado; fui tratando de olvidarte. Para eso corté todos los lazos que me unían a ese pasado conjunto. Escondí demasiado bien las fotos tuyas que conservaba y opté por dejar que la vida y el paso de los años se encargasen de borrarte de mi mente. Cosa que de más está decir, jamás pude hacerlo por completo. Si lo hubiese logrado hoy no estaría escribiendo estas líneas.
El hecho de volverme cada vez más apático ayudo a poder aceptar lo mierda que resueltaza el mundo sin tu presencia. La vida siguió su rumbo y yo aparentaba ser feliz hasta que irrumpiste en mi camino como lo harías varias veces en estos años. Cuando pienso en ese momento todavía puedo sentir la dolorosa enseñanza de que no podía suceder algo bueno sin estar tomado de la mano de algo muchísimo peor.
Volviste a parecer en escena hace unos ocho años. En realidad ni siquiera pude verte en esa ocasión, sino que fueron los relatos por intermedio de labios ajenos que aseguraban que habías decidido interrumpir ese viaje que te alejaría de mí para siempre. Sin embargo y muy a mi pesar, abandonaste un viaje para abrir tus alas y emigrar a tierras lejanas. Cambiaste el destino solamente pasando de estar en un viaje en el que nunca hubiese podido acompañarte para emprender una travesía que haría que perdiese tu rastro en forma definitiva.
Al menos eso fue lo que creí en ese momento. Y como el vacío en mi interior se hizo aún mayor; decidí intentar taparlo con una relación que desde un comienzo sabía que estaba condenada al fracaso. Ella nunca podría ocupar el lugar que vos habías dejado vacante en mi corazón. A pesar de que ambos lo intentásemos (y creo que ella también lo sabía), tarde o temprano, caeríamos en la realidad de que jamás hubiera podido prosperar una pareja con tu sombra sobre nosotros.
Es más, te podría decir que estuviste presente en varios de los momentos que viví en pareja. Algunas veces porque ella que conocía mi pasado te traía a la conversación con la única intención de propinarme golpes bajos. Otra porque yo te usaba como parámetro de comparaciones odiosas en las que siempre mi ex salía perdiendo. No fuiste la causante de nuestra separación, pero tu recuerdo fue una pesada carga que ninguno de los dos supo sobrellevar.
Varias veces en este tiempo que pasó diste señales fugaces de que seguías actuando sobre mí con un poder casi hipnótico. No creo que nunca hayas imaginado lo mucho que me alegro poder escuchar que era de tu vida de tu propia boca sin oír tu voz. Aunque también infundiste en mí ser una enorme tristeza al saber que tu corazón había encontrado dueño mientras que el mío seguía gritándote que te pertenecía.
Así fue como me conforme con verte en fotos que no eran mías y que tampoco habías decidido compartir. Hurgando en tu intimidad para poder sentirme un poco más cerca de ti. No me tomes como un psicópata, siempre lo hice desde el respeto y el amor que te siento. Igual que siempre e igual que hoy cuando pude ver tu sonrisa en esa foto, sabiendo que eras feliz y aceptando de a poco esta dura realidad.
Esta realidad que me grita que nunca serás mía porque nunca lo fuiste aunque yo te pertenezco desde siempre.
Voy a volver a intentar olvidarte aunque cada vez que lo intento lo hago peor y termino recordándote aún más.
Aunque me duela voy a seguir amándote porque amarte fue lo más bello que me pasó en la vida; y al mismo tiempo es y será el dolor más grande.
By Manuel Castellano
Vacío. Esa es la palabra que mejor refleja lo que en este momento siento. Pero contrario a lo que todos podrían llegar a suponer no es una sensación nueva o siquiera reciente. Es el mismo vacío que se abrió paso en mi interior el día que desapareciste de mi vida hace ya bastante tiempo.
Al ver tu sonrisa hoy retrocedí por lo menos diez años en el mar del tiempo. Mucho más no puedo retroceder porque mi cabeza no posee esa capacidad a esta altura de la vida. Retrocedí hasta ese preciso instante en que te dije sin decirlo que te amaba con locura. A ese lugar repleto de gente y al mismo tiempo tan íntimo que nuestras miradas no necesitaban ninguna palabra para expresar lo que sentíamos el uno por el otro. A tu perfume por las mañanas que era lo único que garantizaba mi presencia. A esas tardes en las cuales no importaba nada excepto vos. Y a esas noches en las que nunca sucedió nada de lo que hubiese querido, pero que me hacían feliz por sentirme iluminado por el brillo de tus ojos. A esos viajes hacia la nada que creía que me acercaban un poco más a vos.
Esos recuerdos me atacan una y otra vez. Me critican como lo hicieron hace mucho tiempo el hecho de que nunca supe encontrar las palabras, el lugar o el momento justo para expresarte a viva voz lo que mi corazón sentía. En realidad, el día que encontré esas palabras y me armé de coraje para decírtelas vos me interrumpiste antes. Fue el día en que me contaste que habías sellado tu destino e ibas a emprender un viaje en el que ni siquiera iba a poder despedirte desde el andén.
Voy a serte sincero, llegué a estar obsesionado con vos. Traté de seguirte el rastro pero siempre iba un paso tarde. Cuando yo llegaba a un lugar, vos acababas de irte. Así sucesivamente durante meses. Los meses se convirtieron en años y fue cada vez más difícil encontrar indicios de tu paradero. La gente que podía brindarme información frecuentaba esos lugares a los que dejé de asistir después de tu partida. Esos lugares habían perdido sentido sin tu presencia.
Ayudado por el alcohol, los amigos de siempre y las caricias de algunas mujeres que intentaron sin éxito llenar el vacío que habías dejado; fui tratando de olvidarte. Para eso corté todos los lazos que me unían a ese pasado conjunto. Escondí demasiado bien las fotos tuyas que conservaba y opté por dejar que la vida y el paso de los años se encargasen de borrarte de mi mente. Cosa que de más está decir, jamás pude hacerlo por completo. Si lo hubiese logrado hoy no estaría escribiendo estas líneas.
El hecho de volverme cada vez más apático ayudo a poder aceptar lo mierda que resueltaza el mundo sin tu presencia. La vida siguió su rumbo y yo aparentaba ser feliz hasta que irrumpiste en mi camino como lo harías varias veces en estos años. Cuando pienso en ese momento todavía puedo sentir la dolorosa enseñanza de que no podía suceder algo bueno sin estar tomado de la mano de algo muchísimo peor.
Volviste a parecer en escena hace unos ocho años. En realidad ni siquiera pude verte en esa ocasión, sino que fueron los relatos por intermedio de labios ajenos que aseguraban que habías decidido interrumpir ese viaje que te alejaría de mí para siempre. Sin embargo y muy a mi pesar, abandonaste un viaje para abrir tus alas y emigrar a tierras lejanas. Cambiaste el destino solamente pasando de estar en un viaje en el que nunca hubiese podido acompañarte para emprender una travesía que haría que perdiese tu rastro en forma definitiva.
Al menos eso fue lo que creí en ese momento. Y como el vacío en mi interior se hizo aún mayor; decidí intentar taparlo con una relación que desde un comienzo sabía que estaba condenada al fracaso. Ella nunca podría ocupar el lugar que vos habías dejado vacante en mi corazón. A pesar de que ambos lo intentásemos (y creo que ella también lo sabía), tarde o temprano, caeríamos en la realidad de que jamás hubiera podido prosperar una pareja con tu sombra sobre nosotros.
Es más, te podría decir que estuviste presente en varios de los momentos que viví en pareja. Algunas veces porque ella que conocía mi pasado te traía a la conversación con la única intención de propinarme golpes bajos. Otra porque yo te usaba como parámetro de comparaciones odiosas en las que siempre mi ex salía perdiendo. No fuiste la causante de nuestra separación, pero tu recuerdo fue una pesada carga que ninguno de los dos supo sobrellevar.
Varias veces en este tiempo que pasó diste señales fugaces de que seguías actuando sobre mí con un poder casi hipnótico. No creo que nunca hayas imaginado lo mucho que me alegro poder escuchar que era de tu vida de tu propia boca sin oír tu voz. Aunque también infundiste en mí ser una enorme tristeza al saber que tu corazón había encontrado dueño mientras que el mío seguía gritándote que te pertenecía.
Así fue como me conforme con verte en fotos que no eran mías y que tampoco habías decidido compartir. Hurgando en tu intimidad para poder sentirme un poco más cerca de ti. No me tomes como un psicópata, siempre lo hice desde el respeto y el amor que te siento. Igual que siempre e igual que hoy cuando pude ver tu sonrisa en esa foto, sabiendo que eras feliz y aceptando de a poco esta dura realidad.
Esta realidad que me grita que nunca serás mía porque nunca lo fuiste aunque yo te pertenezco desde siempre.
Voy a volver a intentar olvidarte aunque cada vez que lo intento lo hago peor y termino recordándote aún más.
Aunque me duela voy a seguir amándote porque amarte fue lo más bello que me pasó en la vida; y al mismo tiempo es y será el dolor más grande.
By Manuel Castellano
lunes, 27 de octubre de 2008
Gris
Me desperté empapado de sudor y al manotear el celular me di cuenta de que eran las 03:47. Qué mierda hago despierto a esta hora? Mañana no me levanta nadie la puta que lo parió. De la calentura que tenía me levanté a lavarme la cara y a tomar un poco de agua fría.
Al abrir la heladera pude ver la misma tristeza que la llena desde hace días. No tiene nada más que media botella de tequila, una de vodka, dos botellas de agua, un leber a medio terminar, un limón y los restos de un sándwich de bondiola. Agarré una de las botellas de agua con más resignación que decisión y enfilé de vuelta para la catrela.
Cuando me disponía a acostarme noté que había algo anormal. Un gato grande, feo y tuerto estaba durmiendo al lado de mi almohada. Lo saludé invitándolo a correrse para poder acostarme y antes de dormirme me di cuenta de que yo no tengo gato.
Abro los ojos nuevamente y el gato me miraba con cara de qué carajo te pasa. Normalmente lo hubiese echado a la mierda pero estaba muy cansado para discutir. Intenté dormirme pero escuché un encendedor. Lo miro al gato y lo veo tratando de encenderse un pucho.
Sin salir de mi asombro le saco el encendedor y le termino encendiendo su cigarrillo y me enciendo uno para mí. El gato le da una pitada larga y me tira: gracias negro, se hace jodido encenderlo sin pulgares. Le contesté con un de nada casi por inercia sin percatarme de un detalle. Ese gato que no es mío habla.
Ahí caí, debo de estar soñando. El gato me mira como si pudiese leer la mente y me dice boludo soy real y esto es real. Acto seguido me clave una uña en el brazo. De más está decir que si lo llego a agarrar con el mandoble que le tiré todavía lo estarían buscando.
Logro calmarme y lo encaro preguntándole por donde carajo entró. El gato mueve la cabeza y me muestra la ventana del baño y aprovecha para criticar la seguridad del departamento. No tenía muchas ganas de hablar así que preferí dejarlo ahí.
Ambos terminamos los cigarrillos sin cruzar palabra y cuando me estaba acomodando el minino pide comida con una voz mezcla Tano Fasini y Mostaza Merlo. Lo llevé hasta la cocina y fui de vuelta a la heladera a buscar el sándwich de bondiola.
Abro la puerta pero por más que me estiro no lo puedo alcanzar, me inclino un poco más hacia adentro y no llego. Meto una pierna, después la otra y empiezo a caminar pero no puedo alcanzar el puto sándwich. Escucho otra vez la voz del gato, me doy vuelta y me dice dejá negro, no tengo tanta hambre. Acto seguido me cierra la puerta.
No veo un carajo por lo que o se para donde mierda está la puerta o donde carajo hay una luz. Ilumino algo con el encendedor y veo a lo lejos como una pequeña ventana. Empiezo a caminar hacia ella hasta que de pronto cuando estoy enfrente me doy cuenta que no es una ventana, sino un espejo tapado de polvo. Me miro y descubro que no es mi imagen la que muestra, es una especie de visión de mi futuro. Me veo mucho más viejo, con menos pelo y más arrugas cubriéndome la cara.
A esta altura empiezo a dudar de todo. No se si estoy despierto, si lo que veo es real o si sigue pegando el faso de esta tarde.
Siento los pies mojados, bajo la mano y me doy cuenta que estoy en el agua y que el nivel de la misma está empezando a subir. Me quiero mover pero me doy cuenta que estoy encerrado en un espacio de un metro cuadrado. El agua sigue subiendo, pasando de la cintura al cuello.
Me estoy ahogando, doy patadas de desesperación y manoteo a ciegas. Encuentro algo que parece una soga y me aferro a ello. Pero la misma se viene para abajo y escucho como si alguien hubiese tirado la cadena. Me voy con el agua y empiezo a caer.
Caigo y caigo sin parar de caer. Lo único que se me cruza por la cabeza es que me voy a hacer mierda al tocar el piso. Me mentalizó que pronto voy a pasar a ser una mancha en el piso similar al de una mariposa en un parabrisas. Sigo cayendo, no se cuantos metros van. Los segundos parecen siglos y siento que sigo cayendo hacia la nada. Miro hacia abajo y veo un bulto que me grita agarrate boludo.
Una soga me engancha del brazo izquierdo como a un ternero. De más está decir que el peso de mi cuerpo en caída libre fue demasiado para el brazo y el hombro se salió de lugar.
La soga me baja despacio hasta el piso. Es pasto sobre lo que estoy apoyado pero el dolor no me deja pensar en eso. Una voz me dice quedate quietito que esto va a doler. Le veo cara conocida pero no logro ubicar de donde. El tipo me mira y de un saque me acomoda el hombro y de mi inconciente salió Balbín y la puta que te parió. Era Balbín; pero a esta altura no me atrevía a preguntarle que carajo estaba pasando. El tipo se levanta y se va a la mierda.
Me quedo sentado solo, sin saber donde estoy o como mierda voy a volver. Me enciendo un cigarrillo y empiezo a repasar mentalmente lo sucedido. Es mi versión de Alicia en el país de las maravillas!!! Lo único que la mía sería el boludo en el país de mierda. Por qué nunca miré esa película entera. Ahora sabría qué mierda tengo que hacer.
Me levanto y empiezo a caminar sin saber adonde hasta que escucho un pajero mirá por donde caminas. Bajo la cabeza y veo a Papá Pitufo con cara de ojete. Levanto el pie derecho y veo que en el piso quedo una mancha color azulada. Empiezan a aparecer pitufos alrededor mío. Pero no vienen cantando alegremente. Viene con palos, piedras y cadenas entonando al unísono el grito de Hijo de puta, hijo de puta…
Que se caguen. Sigo caminando y me doy cuenta que ya no hay pasto, ni árboles ni nada que se asemeje a la naturaleza. Veo cables, placas eléctricas y algunos caños. Tengo las bolas al plato de no entender qué es lo que está pasando por lo que agarré el primer caño que tenía a la mano y empecé a romper todo lo que me rodeaba. Me detuve sólo cuando no me quedaron fuerzas para golpear nada más. Me siento arriba de una pila de escombros metálicos a esperar. Y ahora? Qué más va a pasar? Nada.
Sólo escucho el silencio; pero el silencio no se puede escuchar. Si hay silencio no puedo escuchar nada. Estoy perdiendo la poca razón que me queda. Dónde estoy? Que pase algo!!!
Mi pedido fue escuchado pero no creo que sea algo bueno lo que viene. Una sirena empieza a sonar. Escucho pasos y antes de que pueda darme cuenta estoy rodeado por diez tipos que se parecen a Fabián. Cada uno tiene brazos que parecen caños de desagüe rematados por manos que parecen ser racimos de porongas.
Loco sí, boludo no. Me levanto despacito y pongo las manos en la nuca antes de los gigantes vestido de violeta me peguen. Sin embargo, al contrario de lo que podía suponer esto no hizo más que generar la ira de esos orangutanes que comenzaron a molerme a golpes hasta quedar perder el conocimiento.
Cuando abrí los ojos nuevamente me encontraba tirado en una cama sin colchón. Tenía puesto un overol verde y no me dolía nada. Me tocaba el cuerpo para ver si no me faltaba nada. Las bolas estaban ahí así que el resto es accesorio.
Cuanto habré estado dormido? No tengo moretones ni huesos rotos. Busco algo para mirarle la cara. Pido un espejo a los gritos o algo para poder verme. No aparece nadie. Estoy solo otra vez sin saber dónde estoy ni cuánto tiempo voy a estar acá.
Se abre una pequeña puerta del techo y baja una mano con un plata de algo que pareciera ser comida. Me niego a comer algo que tenga ese aspecto. El plato queda en el piso y empiezo a escuchar paso otra vez. Un terror me invade profundamente.
Aparecen dos simpáticos monos vestidos de smoking quienes luego de abrir la puerta ingresan a la celda. Uno de ellos salta encima mío y termina agarrándome por la espalda. El otro saca una servilleta y me la acomoda alrededor del cuello. Toma una cuchara y empieza a embucharme con esa pasta mezcla de vómito de polenta con papel higiénico mojado.
Pude aguantar tres cucharadas nada más y empecé a lanzar como un condenado. Los dos monos me miraron ofendidos y optaron por irse.
Me quedo solo otra vez. Miro a la nada y puedo darme cuenta que no es de día. Empiezo a escuchar algo similar a unos grillos. Alguien o algo comienza a susurrar mi nombre. Trato de determinar de donde viene y descubro que es del piso.
Un pequeño hoyo se abre en el piso y aparece un topo con caso de minero; atrás se asoma el gato tuerto apuntándole con una 9 mm. Dale boludo, movete sin levantar la perdiz, nos vamos a la mierda.
Empiezo a arrastrarme por el túnel creado por el topo. Contrario a lo que pensé al momento de entrar, el túnel era bastante amplio; bien apuntalado e iluminado con las lamparitas de un árbol de navidad. Después de caminar unos cuatrocientos metros llegamos a un campo abierto. El gato me señala un Chevrolet 400 y me dice me suba en el asiento del acompañante. No me parece coherente dejarlo manejar pero no voy a discutir con un gato que tiene una 9 mm en la mano. Cuando estaba cerrando la puerta del auto escuché un disparo. Al mirar pude ver como el gato le había volado la tapa de los sesos al pobre topo. Otra vez la sirena.
El gato se mete al auto y enciende el motor haciendo un puente. Antes de que pudiera decir nada, el gato había salido arando.
Nos persiguen dos sulquis tirados por cuatro perros pequineses cada uno. El gato me pide que tome el volante y se sube al techo con una bolsa. Desde el techo lo escuché putear a los que nos seguían y pude ver por el espejo retrovisor como les caía una molotov hecho con una botella de Toro viejo. Nos alejamos con los gritos de los perros chamuscándose de fondo.
El gato volvió a manejar y la verdad ya me interesaba todo un huevo por lo que estiré las patas y me dispuse a dormir tratando de que al abrir los ojos estuviera en mi cama.
Sin embargo, al despertar noté que no estaba en mi casa, sino en una jaula de madera.
Cuando mire alrededor me di cuenta que estaba en una especie de juzgado. Una voz inconfundible me ordenó ponerme de pie y a limpiarme la baba que caía de la comisura. Era Lita de Lázari con un martillo que golpeaba sin cesar. El gato. Dónde está el puto gato pensé.
Luego de un pequeño golpe de tensión con esas mierdas que usan para las vacas, la jueza me dijo que el gato había negociado mi entrega a cambio de que retiraran los cargos en su contra.
Me cagó el gato, me cagó. Quiero un abogado!!! De qué se me acusa???
Luego de otro toquecito me presentaron a mi abogado que no era otro que el gato tuerto. El hijo de puta me miraba con cara de póker vestido con un Armanni impecable. Empezaron a leerme los cargos en mi contra. Los únicos que recuerdo fueron: desmanes en la vía publica, asesinatos múltiples, destrucción de propiedad estatal, ataques a la autoridad policial, mantenimiento de sobras durante más de una semana en la heladera, tener gusto de mierda para vestirse y salir a la calle con un corte de pelo de pelotudo.
Empecé a pedir un cambio de abogado, que me dejaran defenderme a mi sólo, que cobrarán orsai, cualquier cosa. No parecía importarle a nadie. Un nuevo golpe de electricidad y una pelota en la boca.
Pude escuchar todo lo que dijeron en mi contra y como el gato asentía a todo y no hacía más que embarrarme tirando más leña al fuego. La jueza me declaro culpable de todos los cargos y luego de ponerme en la frente un sello con la leyenda Inútil todo servicio, me condenó a una eternidad encerrado en una jaula del zoológico de Cutini.
Me trasladaron sedado hasta mi nuevo hogar. Me tiraron dentro de una habitación grande decorada como un patio con dos árboles y un pequeño estanque. Pude ver que el techo era una lona corrediza ubicada a unos seis metros por arriba de mi cabeza por lo que pedí que me lo abrieran. Así lo hicieron y me tiraron un sándwich de bondiola por arriba de la reja.
Mientras me lo comía como un desesperado noté que no me habían sacado las únicas cosas que tengo hace años en mi cuerpo.
La tirita roja del tobillo derecho seguía estando ahí aunque ahora no le veo sentido. No creo que nadie envidie mi posición.
Tampoco me sacaron el anillo de la mano. Hace diez años que está en el mismo dedo y cada vez que lo miro y le o lo que dice me acuerdo de aquel artesano que transformó una moneda vieja en este anillo ahora desgastado en que todavía se podía leer la palabra libertad. Estuve a punto de tirar el anillo a la mierda pero cuando lo tenía en la mano empecé a recordar ese pueblo alejado de la mano del hombre, los interminables médanos, el tipo que vendía tortafritas en ese carromato que usaba para vivir. Esa infinidad de desconocidos que me ofrecieron su amistad y compartieron noches de risa conmigo. El cielo lleno de estrellas que eran la única luz que iluminaba.
Recordé que esa era mi visión del paraíso y también como fue destruido por el avance de la civilización. Como aquellos baldíos se habían llenado de casitas alpinas y como las calles sin pavimentar estaban ahora repletas de camionetas último modelo de nenes bien.
Ahí pensé que había perdido el paraíso y no lo podría recuperar más. Una tristeza me invadió y largue el sándwich a la mierda. No podía entender nada y tampoco me importaba. Sentía que era inútil luchar contra ese Leviatán que iba devorando a su paso todo lo que era bueno. Me acerqué al estanque a lavarme la cara y tratar de borrar el sello de mi frente. Corté la tirita roja con los dientes y lancé el anillo por encima de la reja.
Resignado me senté a la sombra de un árbol a esperar que pasara la eternidad. No quedaba otra cosa que hacer, sólo esperar a que llegase lo inevitable.
Pasaron algunos minutos y empezó a sonar una música de fondo similar ala cortina de Mirtha Legrand. Una voz en off pronunció mi nombre y me ordenó levantarme. Me levanté acompañado el movimiento de un y ahora qué mierda hice.
Se abrió la puerta y apareció el gato tuerto. Estaba vestido con un traje sobrio y con la banda presidencial cruzándole el pecho. Se acercó hasta donde estaba y me entregó un papel enrollado. Era una especie de diploma a mi nombre por haberme convertido en un hombre urbano.
Dos cuervos se acercaron y me sacaron la ropa que tenía puesto y se apresuraron a vestirme con una camisa y un traje gris ordinario como premio de kermesse. Antes de que me terminaran de acomodar la corbata, tenía al gato al lado mío acompañado de dos hienas vestidas como promotoras baratas del TC.
Un par de fotos con el gato sonriendo y estrechándome la mano. Estuve a punto de cagarlo a trompadas pero los guardaespaldas que traía el minino imponían respeto y los flashes me habían dejado un poco ciego.
Se retiraron los fotógrafos y aproveché para preguntarle al gato si era libre de irme. El gato me miró con una sonrisa cínica y me dijo no querido, cambiamos el tipo de pena, ahora podés sernos útil. Y sin dejarme meter un bocadillo continuó.
A partir de ahora vas a ser un tipo a tono con el traje: gris. Vas a tener un trabajo gris también para combinar. Vas a ser un administrativo de una oficina estatal , puede ser Anses o alguna otra, después lo vemos eso. Acá tenés el celular y el maletín infaltables para un tipo gris. Ahora te van a llevar a afeitarte y hacerte un corte de pelo gris porque pareces un piruja con esa barba y el pelo largo.
Y si me niego pregunté. Y el gato que tenía medio cuerpo adentro del auto, me miró fijo y se empezó a reir. Escucharon lo que pregunta el boludo este, y todos estallaron en risas.
Mirá boludito, ahora sos un tipo gris. U casa fue remodelada acorde a la de un tipo gris.
Se acabó el boludeo nene! Ahora sos un hombre funcional al sistema. No más radio Rock and Pop ni recitales ni nada de esa mierda. A partir de ahora vas a escuchar Radio 10 y a lo sumo vas a ir a ver a Baby Etchecopar n algún teatro de medio pelo.
Ahora vas a tener televisión y computadora. La tele se va a encender sola al momento de que vos ingreses a tu casa y te va a meter un cable en el orto y te va a mantener idiotizado hasta que te quedes dormido en tu camita gris.
Y la computadora la vas a teñir para que puedas boludear con tus amigos por msn y esas pajerías. Ellos ahora también son tipos grises que se van a conformar como vos boludito con algo tan pequeño como postear cosas en un fotolog o en facebook.
Pero… y mis libros? Dejame terminar forrito. Los libros que tenías están siendo quemados en este momento en la caldera municipal. Libros por favor… los libros son para gente que piensa. Un tipo gris como vos no necesita pensar. A lo sumo vas a poder ver una revistita tipo Paparazzi de vez en cuando para que te diviertas viendo culos y tetas siliconadas.
Pero un poco nada más, porque sos un tipo gris y mirar demasiado te va a llevar a que vayas todos los domingos a la misa donde vas a ser otro tipito gris haciendo mea culpa por ser un pajero y no saber como hacer para ser más funcional al sistema.
Es una mierda lo que me decís gato. Solo como un boludo que no se divierte y encima me voy a sentir mal.
Quedate tranqui. No vas a estar solo. Vas a buscarte una mujer gris para que te acompañe y sea una ama de casa gris que se dedique a cocinarte mierdas grises y de vez en cuando te deje tocarle el orto. Vas a tener sexo gris una o dos veces por semana. Eso sí, a oscuras y como Dios manda. Nada de cosas raras y lujuriosas porque no son correctas para un tipo gris. Y así vas a terminar teniendo uno, dos o tres hijos grises. Más no porque no sos un animal.
Vas a estar atado hasta que te mueras a este laburo gris para poder darle los gustos a tu familia gris. Encabezada por esa esposa gris que se va a dedicar a criar a esos parásitos grises que vas a tener como hijos. Se te van a cagar de la risa continuamente y vas a tener que laburar cada vez más para pagarles una educación gris a los pendejos; comprarle un nuevo lavarropas gris a tu esposa. Y así vas a ir viendo como los años pasan, el mundo sigue girando alrededor tuyo y sólo sos un engranaje más. Un engranaje de color gris.
Vas a ir haciéndote cada vez más viejo y gris hasta que nosotros digamos que estás muy gaga para trabajar. En una ceremonia discreta y gris, te vamos a dar una plaqueta gris y después de darte las gracias por los años de leales servicios te vamos a poner una patada en el orto que vas a llegar a tu casita gris sin escalas.
Y ahí voy a poder descansar? No boludito, tus hijos no te van aguantar porque vas a ser una mierda gris vieja que les molesta y les produce hasta asco.
Te van a tirar en un geriátrico donde vas a estar rodeado de otros viejos que están cada vez más de un color gris oscuro que les anuncia que la muerte está cerca. Vas a tener el cerebro tan gris que no te vas a dar cuenta de lo que pasa y te vas a limitar a que llegue una inevitable muerte gris. Y después de un velatorio gris vas a ser enterrado dos metros bajo tierra custodiado por una lápida gris. Te quedo claro boludo? Nos vemos.
El gato se subió al coche importado y me quedé duro sin poder emitir una palabra. El gato tenía razón. Me había vuelto gris y no había nada que hacer contra eso. Así que tomé mi maletín gris, me acomodé la corbata gris y empecé a caminar por un empedrado gris hasta el trabajo. Miré al cielo y me di cuenta que era un día de mierda, todo estaba cubierto de nubes de color gris.
El gato tuerto tenía razón. Me habían lavado el cerebro de una manera tan eficaz que no tenía siquiera ganas de discutirle nada. Ni se me cruzaba por la cabeza rebelarme. Pero, rebelarme contra qué? Qué es rebelarse? Debo de haberlo escrito mal, y debo tener que ir a revelar unas fotos que saqué con la cámara digital gris que me compré hace poco. Y por qué estoy escribiendo esto si tendría que estar completando formularios.
Tendría que estar trabajando y se me están acumulando los papeles en el escritorio. El teléfono no para de sonar y hay una cola de veinte tipos grises esperando a que los atienda.
Perdónenme pero tengo que volver a trabajar. No quiero que mi supervisor se enoje y me eche. Imagínense, qué haría si me echan de acá con lo cómodo que estoy. No me podría comprar ese coche que tanto quiero y para el que vengo ahorrando. Lo tengo bien identificado, se la cantidad de cuotas, cuánto rinde por litro de nafta. Hasta el color ya tengo definido: va a ser gris topo. ¿Se les ocurre un color más lindo?
By Manuel Castellano
Al abrir la heladera pude ver la misma tristeza que la llena desde hace días. No tiene nada más que media botella de tequila, una de vodka, dos botellas de agua, un leber a medio terminar, un limón y los restos de un sándwich de bondiola. Agarré una de las botellas de agua con más resignación que decisión y enfilé de vuelta para la catrela.
Cuando me disponía a acostarme noté que había algo anormal. Un gato grande, feo y tuerto estaba durmiendo al lado de mi almohada. Lo saludé invitándolo a correrse para poder acostarme y antes de dormirme me di cuenta de que yo no tengo gato.
Abro los ojos nuevamente y el gato me miraba con cara de qué carajo te pasa. Normalmente lo hubiese echado a la mierda pero estaba muy cansado para discutir. Intenté dormirme pero escuché un encendedor. Lo miro al gato y lo veo tratando de encenderse un pucho.
Sin salir de mi asombro le saco el encendedor y le termino encendiendo su cigarrillo y me enciendo uno para mí. El gato le da una pitada larga y me tira: gracias negro, se hace jodido encenderlo sin pulgares. Le contesté con un de nada casi por inercia sin percatarme de un detalle. Ese gato que no es mío habla.
Ahí caí, debo de estar soñando. El gato me mira como si pudiese leer la mente y me dice boludo soy real y esto es real. Acto seguido me clave una uña en el brazo. De más está decir que si lo llego a agarrar con el mandoble que le tiré todavía lo estarían buscando.
Logro calmarme y lo encaro preguntándole por donde carajo entró. El gato mueve la cabeza y me muestra la ventana del baño y aprovecha para criticar la seguridad del departamento. No tenía muchas ganas de hablar así que preferí dejarlo ahí.
Ambos terminamos los cigarrillos sin cruzar palabra y cuando me estaba acomodando el minino pide comida con una voz mezcla Tano Fasini y Mostaza Merlo. Lo llevé hasta la cocina y fui de vuelta a la heladera a buscar el sándwich de bondiola.
Abro la puerta pero por más que me estiro no lo puedo alcanzar, me inclino un poco más hacia adentro y no llego. Meto una pierna, después la otra y empiezo a caminar pero no puedo alcanzar el puto sándwich. Escucho otra vez la voz del gato, me doy vuelta y me dice dejá negro, no tengo tanta hambre. Acto seguido me cierra la puerta.
No veo un carajo por lo que o se para donde mierda está la puerta o donde carajo hay una luz. Ilumino algo con el encendedor y veo a lo lejos como una pequeña ventana. Empiezo a caminar hacia ella hasta que de pronto cuando estoy enfrente me doy cuenta que no es una ventana, sino un espejo tapado de polvo. Me miro y descubro que no es mi imagen la que muestra, es una especie de visión de mi futuro. Me veo mucho más viejo, con menos pelo y más arrugas cubriéndome la cara.
A esta altura empiezo a dudar de todo. No se si estoy despierto, si lo que veo es real o si sigue pegando el faso de esta tarde.
Siento los pies mojados, bajo la mano y me doy cuenta que estoy en el agua y que el nivel de la misma está empezando a subir. Me quiero mover pero me doy cuenta que estoy encerrado en un espacio de un metro cuadrado. El agua sigue subiendo, pasando de la cintura al cuello.
Me estoy ahogando, doy patadas de desesperación y manoteo a ciegas. Encuentro algo que parece una soga y me aferro a ello. Pero la misma se viene para abajo y escucho como si alguien hubiese tirado la cadena. Me voy con el agua y empiezo a caer.
Caigo y caigo sin parar de caer. Lo único que se me cruza por la cabeza es que me voy a hacer mierda al tocar el piso. Me mentalizó que pronto voy a pasar a ser una mancha en el piso similar al de una mariposa en un parabrisas. Sigo cayendo, no se cuantos metros van. Los segundos parecen siglos y siento que sigo cayendo hacia la nada. Miro hacia abajo y veo un bulto que me grita agarrate boludo.
Una soga me engancha del brazo izquierdo como a un ternero. De más está decir que el peso de mi cuerpo en caída libre fue demasiado para el brazo y el hombro se salió de lugar.
La soga me baja despacio hasta el piso. Es pasto sobre lo que estoy apoyado pero el dolor no me deja pensar en eso. Una voz me dice quedate quietito que esto va a doler. Le veo cara conocida pero no logro ubicar de donde. El tipo me mira y de un saque me acomoda el hombro y de mi inconciente salió Balbín y la puta que te parió. Era Balbín; pero a esta altura no me atrevía a preguntarle que carajo estaba pasando. El tipo se levanta y se va a la mierda.
Me quedo sentado solo, sin saber donde estoy o como mierda voy a volver. Me enciendo un cigarrillo y empiezo a repasar mentalmente lo sucedido. Es mi versión de Alicia en el país de las maravillas!!! Lo único que la mía sería el boludo en el país de mierda. Por qué nunca miré esa película entera. Ahora sabría qué mierda tengo que hacer.
Me levanto y empiezo a caminar sin saber adonde hasta que escucho un pajero mirá por donde caminas. Bajo la cabeza y veo a Papá Pitufo con cara de ojete. Levanto el pie derecho y veo que en el piso quedo una mancha color azulada. Empiezan a aparecer pitufos alrededor mío. Pero no vienen cantando alegremente. Viene con palos, piedras y cadenas entonando al unísono el grito de Hijo de puta, hijo de puta…
Que se caguen. Sigo caminando y me doy cuenta que ya no hay pasto, ni árboles ni nada que se asemeje a la naturaleza. Veo cables, placas eléctricas y algunos caños. Tengo las bolas al plato de no entender qué es lo que está pasando por lo que agarré el primer caño que tenía a la mano y empecé a romper todo lo que me rodeaba. Me detuve sólo cuando no me quedaron fuerzas para golpear nada más. Me siento arriba de una pila de escombros metálicos a esperar. Y ahora? Qué más va a pasar? Nada.
Sólo escucho el silencio; pero el silencio no se puede escuchar. Si hay silencio no puedo escuchar nada. Estoy perdiendo la poca razón que me queda. Dónde estoy? Que pase algo!!!
Mi pedido fue escuchado pero no creo que sea algo bueno lo que viene. Una sirena empieza a sonar. Escucho pasos y antes de que pueda darme cuenta estoy rodeado por diez tipos que se parecen a Fabián. Cada uno tiene brazos que parecen caños de desagüe rematados por manos que parecen ser racimos de porongas.
Loco sí, boludo no. Me levanto despacito y pongo las manos en la nuca antes de los gigantes vestido de violeta me peguen. Sin embargo, al contrario de lo que podía suponer esto no hizo más que generar la ira de esos orangutanes que comenzaron a molerme a golpes hasta quedar perder el conocimiento.
Cuando abrí los ojos nuevamente me encontraba tirado en una cama sin colchón. Tenía puesto un overol verde y no me dolía nada. Me tocaba el cuerpo para ver si no me faltaba nada. Las bolas estaban ahí así que el resto es accesorio.
Cuanto habré estado dormido? No tengo moretones ni huesos rotos. Busco algo para mirarle la cara. Pido un espejo a los gritos o algo para poder verme. No aparece nadie. Estoy solo otra vez sin saber dónde estoy ni cuánto tiempo voy a estar acá.
Se abre una pequeña puerta del techo y baja una mano con un plata de algo que pareciera ser comida. Me niego a comer algo que tenga ese aspecto. El plato queda en el piso y empiezo a escuchar paso otra vez. Un terror me invade profundamente.
Aparecen dos simpáticos monos vestidos de smoking quienes luego de abrir la puerta ingresan a la celda. Uno de ellos salta encima mío y termina agarrándome por la espalda. El otro saca una servilleta y me la acomoda alrededor del cuello. Toma una cuchara y empieza a embucharme con esa pasta mezcla de vómito de polenta con papel higiénico mojado.
Pude aguantar tres cucharadas nada más y empecé a lanzar como un condenado. Los dos monos me miraron ofendidos y optaron por irse.
Me quedo solo otra vez. Miro a la nada y puedo darme cuenta que no es de día. Empiezo a escuchar algo similar a unos grillos. Alguien o algo comienza a susurrar mi nombre. Trato de determinar de donde viene y descubro que es del piso.
Un pequeño hoyo se abre en el piso y aparece un topo con caso de minero; atrás se asoma el gato tuerto apuntándole con una 9 mm. Dale boludo, movete sin levantar la perdiz, nos vamos a la mierda.
Empiezo a arrastrarme por el túnel creado por el topo. Contrario a lo que pensé al momento de entrar, el túnel era bastante amplio; bien apuntalado e iluminado con las lamparitas de un árbol de navidad. Después de caminar unos cuatrocientos metros llegamos a un campo abierto. El gato me señala un Chevrolet 400 y me dice me suba en el asiento del acompañante. No me parece coherente dejarlo manejar pero no voy a discutir con un gato que tiene una 9 mm en la mano. Cuando estaba cerrando la puerta del auto escuché un disparo. Al mirar pude ver como el gato le había volado la tapa de los sesos al pobre topo. Otra vez la sirena.
El gato se mete al auto y enciende el motor haciendo un puente. Antes de que pudiera decir nada, el gato había salido arando.
Nos persiguen dos sulquis tirados por cuatro perros pequineses cada uno. El gato me pide que tome el volante y se sube al techo con una bolsa. Desde el techo lo escuché putear a los que nos seguían y pude ver por el espejo retrovisor como les caía una molotov hecho con una botella de Toro viejo. Nos alejamos con los gritos de los perros chamuscándose de fondo.
El gato volvió a manejar y la verdad ya me interesaba todo un huevo por lo que estiré las patas y me dispuse a dormir tratando de que al abrir los ojos estuviera en mi cama.
Sin embargo, al despertar noté que no estaba en mi casa, sino en una jaula de madera.
Cuando mire alrededor me di cuenta que estaba en una especie de juzgado. Una voz inconfundible me ordenó ponerme de pie y a limpiarme la baba que caía de la comisura. Era Lita de Lázari con un martillo que golpeaba sin cesar. El gato. Dónde está el puto gato pensé.
Luego de un pequeño golpe de tensión con esas mierdas que usan para las vacas, la jueza me dijo que el gato había negociado mi entrega a cambio de que retiraran los cargos en su contra.
Me cagó el gato, me cagó. Quiero un abogado!!! De qué se me acusa???
Luego de otro toquecito me presentaron a mi abogado que no era otro que el gato tuerto. El hijo de puta me miraba con cara de póker vestido con un Armanni impecable. Empezaron a leerme los cargos en mi contra. Los únicos que recuerdo fueron: desmanes en la vía publica, asesinatos múltiples, destrucción de propiedad estatal, ataques a la autoridad policial, mantenimiento de sobras durante más de una semana en la heladera, tener gusto de mierda para vestirse y salir a la calle con un corte de pelo de pelotudo.
Empecé a pedir un cambio de abogado, que me dejaran defenderme a mi sólo, que cobrarán orsai, cualquier cosa. No parecía importarle a nadie. Un nuevo golpe de electricidad y una pelota en la boca.
Pude escuchar todo lo que dijeron en mi contra y como el gato asentía a todo y no hacía más que embarrarme tirando más leña al fuego. La jueza me declaro culpable de todos los cargos y luego de ponerme en la frente un sello con la leyenda Inútil todo servicio, me condenó a una eternidad encerrado en una jaula del zoológico de Cutini.
Me trasladaron sedado hasta mi nuevo hogar. Me tiraron dentro de una habitación grande decorada como un patio con dos árboles y un pequeño estanque. Pude ver que el techo era una lona corrediza ubicada a unos seis metros por arriba de mi cabeza por lo que pedí que me lo abrieran. Así lo hicieron y me tiraron un sándwich de bondiola por arriba de la reja.
Mientras me lo comía como un desesperado noté que no me habían sacado las únicas cosas que tengo hace años en mi cuerpo.
La tirita roja del tobillo derecho seguía estando ahí aunque ahora no le veo sentido. No creo que nadie envidie mi posición.
Tampoco me sacaron el anillo de la mano. Hace diez años que está en el mismo dedo y cada vez que lo miro y le o lo que dice me acuerdo de aquel artesano que transformó una moneda vieja en este anillo ahora desgastado en que todavía se podía leer la palabra libertad. Estuve a punto de tirar el anillo a la mierda pero cuando lo tenía en la mano empecé a recordar ese pueblo alejado de la mano del hombre, los interminables médanos, el tipo que vendía tortafritas en ese carromato que usaba para vivir. Esa infinidad de desconocidos que me ofrecieron su amistad y compartieron noches de risa conmigo. El cielo lleno de estrellas que eran la única luz que iluminaba.
Recordé que esa era mi visión del paraíso y también como fue destruido por el avance de la civilización. Como aquellos baldíos se habían llenado de casitas alpinas y como las calles sin pavimentar estaban ahora repletas de camionetas último modelo de nenes bien.
Ahí pensé que había perdido el paraíso y no lo podría recuperar más. Una tristeza me invadió y largue el sándwich a la mierda. No podía entender nada y tampoco me importaba. Sentía que era inútil luchar contra ese Leviatán que iba devorando a su paso todo lo que era bueno. Me acerqué al estanque a lavarme la cara y tratar de borrar el sello de mi frente. Corté la tirita roja con los dientes y lancé el anillo por encima de la reja.
Resignado me senté a la sombra de un árbol a esperar que pasara la eternidad. No quedaba otra cosa que hacer, sólo esperar a que llegase lo inevitable.
Pasaron algunos minutos y empezó a sonar una música de fondo similar ala cortina de Mirtha Legrand. Una voz en off pronunció mi nombre y me ordenó levantarme. Me levanté acompañado el movimiento de un y ahora qué mierda hice.
Se abrió la puerta y apareció el gato tuerto. Estaba vestido con un traje sobrio y con la banda presidencial cruzándole el pecho. Se acercó hasta donde estaba y me entregó un papel enrollado. Era una especie de diploma a mi nombre por haberme convertido en un hombre urbano.
Dos cuervos se acercaron y me sacaron la ropa que tenía puesto y se apresuraron a vestirme con una camisa y un traje gris ordinario como premio de kermesse. Antes de que me terminaran de acomodar la corbata, tenía al gato al lado mío acompañado de dos hienas vestidas como promotoras baratas del TC.
Un par de fotos con el gato sonriendo y estrechándome la mano. Estuve a punto de cagarlo a trompadas pero los guardaespaldas que traía el minino imponían respeto y los flashes me habían dejado un poco ciego.
Se retiraron los fotógrafos y aproveché para preguntarle al gato si era libre de irme. El gato me miró con una sonrisa cínica y me dijo no querido, cambiamos el tipo de pena, ahora podés sernos útil. Y sin dejarme meter un bocadillo continuó.
A partir de ahora vas a ser un tipo a tono con el traje: gris. Vas a tener un trabajo gris también para combinar. Vas a ser un administrativo de una oficina estatal , puede ser Anses o alguna otra, después lo vemos eso. Acá tenés el celular y el maletín infaltables para un tipo gris. Ahora te van a llevar a afeitarte y hacerte un corte de pelo gris porque pareces un piruja con esa barba y el pelo largo.
Y si me niego pregunté. Y el gato que tenía medio cuerpo adentro del auto, me miró fijo y se empezó a reir. Escucharon lo que pregunta el boludo este, y todos estallaron en risas.
Mirá boludito, ahora sos un tipo gris. U casa fue remodelada acorde a la de un tipo gris.
Se acabó el boludeo nene! Ahora sos un hombre funcional al sistema. No más radio Rock and Pop ni recitales ni nada de esa mierda. A partir de ahora vas a escuchar Radio 10 y a lo sumo vas a ir a ver a Baby Etchecopar n algún teatro de medio pelo.
Ahora vas a tener televisión y computadora. La tele se va a encender sola al momento de que vos ingreses a tu casa y te va a meter un cable en el orto y te va a mantener idiotizado hasta que te quedes dormido en tu camita gris.
Y la computadora la vas a teñir para que puedas boludear con tus amigos por msn y esas pajerías. Ellos ahora también son tipos grises que se van a conformar como vos boludito con algo tan pequeño como postear cosas en un fotolog o en facebook.
Pero… y mis libros? Dejame terminar forrito. Los libros que tenías están siendo quemados en este momento en la caldera municipal. Libros por favor… los libros son para gente que piensa. Un tipo gris como vos no necesita pensar. A lo sumo vas a poder ver una revistita tipo Paparazzi de vez en cuando para que te diviertas viendo culos y tetas siliconadas.
Pero un poco nada más, porque sos un tipo gris y mirar demasiado te va a llevar a que vayas todos los domingos a la misa donde vas a ser otro tipito gris haciendo mea culpa por ser un pajero y no saber como hacer para ser más funcional al sistema.
Es una mierda lo que me decís gato. Solo como un boludo que no se divierte y encima me voy a sentir mal.
Quedate tranqui. No vas a estar solo. Vas a buscarte una mujer gris para que te acompañe y sea una ama de casa gris que se dedique a cocinarte mierdas grises y de vez en cuando te deje tocarle el orto. Vas a tener sexo gris una o dos veces por semana. Eso sí, a oscuras y como Dios manda. Nada de cosas raras y lujuriosas porque no son correctas para un tipo gris. Y así vas a terminar teniendo uno, dos o tres hijos grises. Más no porque no sos un animal.
Vas a estar atado hasta que te mueras a este laburo gris para poder darle los gustos a tu familia gris. Encabezada por esa esposa gris que se va a dedicar a criar a esos parásitos grises que vas a tener como hijos. Se te van a cagar de la risa continuamente y vas a tener que laburar cada vez más para pagarles una educación gris a los pendejos; comprarle un nuevo lavarropas gris a tu esposa. Y así vas a ir viendo como los años pasan, el mundo sigue girando alrededor tuyo y sólo sos un engranaje más. Un engranaje de color gris.
Vas a ir haciéndote cada vez más viejo y gris hasta que nosotros digamos que estás muy gaga para trabajar. En una ceremonia discreta y gris, te vamos a dar una plaqueta gris y después de darte las gracias por los años de leales servicios te vamos a poner una patada en el orto que vas a llegar a tu casita gris sin escalas.
Y ahí voy a poder descansar? No boludito, tus hijos no te van aguantar porque vas a ser una mierda gris vieja que les molesta y les produce hasta asco.
Te van a tirar en un geriátrico donde vas a estar rodeado de otros viejos que están cada vez más de un color gris oscuro que les anuncia que la muerte está cerca. Vas a tener el cerebro tan gris que no te vas a dar cuenta de lo que pasa y te vas a limitar a que llegue una inevitable muerte gris. Y después de un velatorio gris vas a ser enterrado dos metros bajo tierra custodiado por una lápida gris. Te quedo claro boludo? Nos vemos.
El gato se subió al coche importado y me quedé duro sin poder emitir una palabra. El gato tenía razón. Me había vuelto gris y no había nada que hacer contra eso. Así que tomé mi maletín gris, me acomodé la corbata gris y empecé a caminar por un empedrado gris hasta el trabajo. Miré al cielo y me di cuenta que era un día de mierda, todo estaba cubierto de nubes de color gris.
El gato tuerto tenía razón. Me habían lavado el cerebro de una manera tan eficaz que no tenía siquiera ganas de discutirle nada. Ni se me cruzaba por la cabeza rebelarme. Pero, rebelarme contra qué? Qué es rebelarse? Debo de haberlo escrito mal, y debo tener que ir a revelar unas fotos que saqué con la cámara digital gris que me compré hace poco. Y por qué estoy escribiendo esto si tendría que estar completando formularios.
Tendría que estar trabajando y se me están acumulando los papeles en el escritorio. El teléfono no para de sonar y hay una cola de veinte tipos grises esperando a que los atienda.
Perdónenme pero tengo que volver a trabajar. No quiero que mi supervisor se enoje y me eche. Imagínense, qué haría si me echan de acá con lo cómodo que estoy. No me podría comprar ese coche que tanto quiero y para el que vengo ahorrando. Lo tengo bien identificado, se la cantidad de cuotas, cuánto rinde por litro de nafta. Hasta el color ya tengo definido: va a ser gris topo. ¿Se les ocurre un color más lindo?
By Manuel Castellano
sábado, 20 de septiembre de 2008
22 de Marzo
A los que ya les he roto las pelotas con esto espero sepan disculpar que vuelva con la misma cantinela; pero creo que es mi obligación moral reflotar esta idea perdida de una charla de noche de borrachos. Muchos van a decir que es una boludez. Otros se van a cagar de risa. Pero la cosa es seria y creo que si se lo ponen a pensar un ratito entenderán porque vengo jodiendo con esto hace ya tres años.
Cada 14 de febrero amigo mío, usted tiene la oportunidad de demostrar su infinito amor su esposa, novia o como carajo la quiera llamar (amistad dicen algunos); llenándola de regalos, flores, cenas, espectáculos y un sin fin de pelotudeces que las mujeres encuentran románticas. El tema, y no soy el único que piensa así, es que los hombres se sienten disminuidos.
Sí, así como lo escucha: disminuidos. No hay una sola fecha especial para que las mujeres puedan demostrar su aprecio hacia los hombres de su vida. Y cuando digo hombres me refiero a pareja, lo aclaro para que ninguna salga con la boludez del día del padre. Los hombres, en su mayoría, se sienten muy orgullosos (boludos) o muy avergonzados para admitirlo.
Es por esto que pido su expreso apoyo para que una nueva fecha sea creada. El 22 de marzo, ahora es oficialmente el día del “Asado y tirada de goma”.
Simple, efectivo y sin necesidad de demasiadas explicaciones. Esta fecha ha sido creada para que ustedes, mujeres, demuestren a sus hombres cuanto los aman.
Sin tarjetas, sin flores, sin salidas especiales. El nombre de esta fecha lo dice todo. Simplemente asado y un buen pete, nada más.
Esta combinación de fechas “San Valentín” y “Asado y tirada de goma”, crearán un nuevo ciclo de amor. Ya que todos los hombres pondrán su mejor esfuerzo en febrero para hacer un marzo memorable.
Somos pocos los que apoyamos esta idea, pero digo yo si Vélez salió campeón del mundo con Asad de nueve, porque nosotros no podemos lograr esto.
COLABOREN!!! AGENDEN ESTA FECHA!!!
22 DE MARZO: DIA INTERNACIONAL DEL
Cada 14 de febrero amigo mío, usted tiene la oportunidad de demostrar su infinito amor su esposa, novia o como carajo la quiera llamar (amistad dicen algunos); llenándola de regalos, flores, cenas, espectáculos y un sin fin de pelotudeces que las mujeres encuentran románticas. El tema, y no soy el único que piensa así, es que los hombres se sienten disminuidos.
Sí, así como lo escucha: disminuidos. No hay una sola fecha especial para que las mujeres puedan demostrar su aprecio hacia los hombres de su vida. Y cuando digo hombres me refiero a pareja, lo aclaro para que ninguna salga con la boludez del día del padre. Los hombres, en su mayoría, se sienten muy orgullosos (boludos) o muy avergonzados para admitirlo.
Es por esto que pido su expreso apoyo para que una nueva fecha sea creada. El 22 de marzo, ahora es oficialmente el día del “Asado y tirada de goma”.
Simple, efectivo y sin necesidad de demasiadas explicaciones. Esta fecha ha sido creada para que ustedes, mujeres, demuestren a sus hombres cuanto los aman.
Sin tarjetas, sin flores, sin salidas especiales. El nombre de esta fecha lo dice todo. Simplemente asado y un buen pete, nada más.
Esta combinación de fechas “San Valentín” y “Asado y tirada de goma”, crearán un nuevo ciclo de amor. Ya que todos los hombres pondrán su mejor esfuerzo en febrero para hacer un marzo memorable.
Somos pocos los que apoyamos esta idea, pero digo yo si Vélez salió campeón del mundo con Asad de nueve, porque nosotros no podemos lograr esto.
COLABOREN!!! AGENDEN ESTA FECHA!!!
22 DE MARZO: DIA INTERNACIONAL DEL
“ASADO Y TIRADA DE GOMA”
viernes, 19 de septiembre de 2008
El asesinato
Esto es una poesía que había escrito hace más de cuatro años, fue la útlima vez que me senté a escribir algo y después la falta de talento me bajó a la realidad. Espero que la disfruten ya que la encontré entre un montón de papeles viejos que creía perdidos. Es un poco larga pero creo que puede valer la pena.
Buenas noches. Agradezco su visita y espero sepa disculpar lo desordenado y sucio que me veo al igual que todo lo que me rodea. Asumo que estará aquí para conocer mi historia.
Si está aquí es porque debe de ser una persona un tanto morbosa. Está bien, no se ofenda, no me considero con autoridad para juzgar a nadie después de lo que hice.
¿Mi nombre? Perdóneme pero prefiero permanecer en el anonimato ya que no quiero que nadie me nombre.
¿Mi edad? No recuerdo, se que cuando llegué aquí tenía 20 años y ha pasado tanto tiempo que ya no se si un día es un año por lo que perdí la cuenta. Se podrá imaginar que este no es un lugar donde se festejan los cumpleaños con torta y fiestita.
¿Por qué estoy aquí? Por asesino. ¿Si me arrepiento?
Hay días que sí, otros que no. Pero creo que a esta altura y después de tanto tiempo no tiene importancia. Nada de lo que diga puede devolver la vida ni sacarme de acá.
¿Por qué lo hice? Por ciego. Estuve muy enamorado y ví como todos mis sueños y deseos se iban a una cama ajena. Si dispone de unos momentos le contaré mi historia.
La conocí cuando era mucho más joven. Fue una de esas situaciones en las que sobran las palabras y con un cruce de miradas alcanza para que dos almas transmitan todo lo que sienten. No sé porque pero me enamoré perdidamente de ella.
Apareció en mi vida cuando yo estaba muy necesitado de afecto y sentía que ella me hacía vivir de nuevo. ¿Sabe lo que es sentirse agonizando y que alguien lo rescate del abismo?
Después de algunos encuentros; y contrario a todo lo que todos me decían, le propuse irnos a vivir a un departamento en Ramos. Hubiese preferido que fuese en Ciudadela por una cuestión económica pero ella se negaba alegando que no era una linda zona para vivir. Demás está decir que acepté sin poner ninguna condición.
Nuestro departamento no era la gran cosa. Para ser sinceros, era bastante deprimente el lugar pero para otra cosa no me alcanzaba. Sin embargo, ella se encargó de decorarlo íntegramente.
Recuerdo cuando discutíamos por el color de la pintura y me retaba por tener mal gusto.
Dejé de estudiar porque tenía que cambiar de trabajo para poder bancar ese ritmo de vida. Me hizo dejar muchos de mis vicios. Eso ahora no lo veo del todo mal porque reconozco que estaba muy desbandado y mi vida no tenía rumbo. El tema es que con todo eso que iba dejando también fui dejando amigos, familia y un poco de vivir también.
Tenía un poder casi hipnótico en mí que me generaba la sensación de que ella era el aire que respiraba. ¡Las cosas que hice para arrancarle una sonrisa!
Por Dios, como añoraba llegar a casa y sacarme toda la mierda del trabajo de encima. Arrojarme a sus brazos y disfrutar de todo el placer que ella entregaba. ¡Si las paredes de ese departamento hablarán! La cama, la cocina, la ducha, la mesa destartalada del comedor. ¡Dónde no hicimos el amor con locura!
Pero como todo lo bueno que me había pasado en mi vida, la felicidad duró poco. Después de seis meses de convivencia empecé a notarla cada vez más distante. Discutíamos por estupideces. Que la plata no alcanza, que te la pasas trabajando, que ya no salíamos.
Le voy a ser sincero, vivía trabajando para poder darle todos los gustos y que ella no tuviese que trabajar, y no siempre llegaba del mejor humor.
Nunca me voy a olvidar de ese miércoles. La fábrica nos hizo cortar a las 11:00, cosa que nunca había sucedido en el tiempo que llevaba ahí. Algo de una inspección o algo así. A todos los que estábamos en negro nos mandaron a nuestras casas.
Yo salí y me decidí ir a buscarla ala facultad. Con los pocos pesos que me quedaban encima opté por comprarle un ramito de jazmines en vez de comprarme mi atado de puchos como de costumbre.
Ahí estaba, enfrente de la facultad sentado en un banco de plaza con mi overol y el ramito en la mano. Puede imaginarse mi cara cuando la ví salir por esas puertas enormes abrazada a ese hijo de puta y besándose como si no fuese la primera vez que lo hacían.
Antes de que me vieran me perdí entre la gente. Le regalé las flores a una vieja que pedía monedas en una esquina y volví con mi dolor al departamento.
Ella legó recién a las seis de la tarde. Me saludo y mientras ponía la pava para tomarse un café me dijo que se quería duchar. Cuando le pregunté dónde había estado, me contestó que con una amiga de la facultad repasando apuntes para un examen. Todavía me pregunto de donde saque las fuerzas y me contuve de confrontarla en ese momento.
Mientras merendábamos varias veces me preguntó por mi cara. Contesté con muchas evasivas y la cosa quedó ahí. Después el día continuó con la misma monotonía de costumbre. La cena, la sobremesa y mi cigarrillo habitual después de comer.
Recuerdo que quería quedarme en el balcón esa noche y no podía acostarme al lado de ella. No después de saber eso.
Como de costumbre sus caricias terminaron por llevarme a la cama. Nunca sus besos tuvieron un gusto tan amargo. Cada uno de ellos era como una puñalada en el pecho. Esa noche tuvimos sexo como hacía semanas que no había sucedido. Cómo extraño esos momentos.
Después de terminar exhaustos, ella se levantó y se dirigió al baño. Yo quedé tendido ahí con la mirada perdida.
No sé porque pero instintivamente abrí el placard y saqué el 32 que había sido de mi abuelo. Podrá imaginarse su cara cuando me vio con el revólver en la mano. Su rostro inspiraba un terror indescriptible.
Empecé a gritarle que la había visto, quién era. Por qué, tan solo por qué. En qué había fallado. Qué era lo que no le había dado para decidiera irse con otro.
Ella contestó con una serie de idioteces entre llantos y lágrimas que no más que encolerizarme aún más de lo que estaba. Dudé un segundo al ver esos ojos negros como una noche solitaria llenos de lágrimas pero mi brazo se levantó y apuntó directamente a la cabeza.
Jamás podré borrar esa imagen de pánico en su rostro. Es el día de hoy que no logró dormir porque todavía escucho ese grito desgarrador, el sonido de la bala saliendo de la recamara que terminaría por arrancar una vida. La imagen de mi brazo cayendo sin fuerza, ese cuerpo inerte desplomándose y el revólver cayendo a su lado.
Fueron segundos que hoy me llevaron a donde estoy. ¿Si me arrepiento de algo? Ya le dije que no. No me arrepiento de lo que hice por ella. Lo hice porque lo sentí y porque ella era mi mundo. Son cosas que uno hace enceguecido por amor.
En realidad, me arrepiento de una sola cosa. Si volviese a vivir ese instante; sin Dios me diese la oportunidad de volver el tiempo atrás y volver a estar ese esa habitación frete a ella; no creo que haría lo mismo.
Si tuviese la oportunidad, esta vez le dispararía a ella.
Buenas noches. Agradezco su visita y espero sepa disculpar lo desordenado y sucio que me veo al igual que todo lo que me rodea. Asumo que estará aquí para conocer mi historia.
Si está aquí es porque debe de ser una persona un tanto morbosa. Está bien, no se ofenda, no me considero con autoridad para juzgar a nadie después de lo que hice.
¿Mi nombre? Perdóneme pero prefiero permanecer en el anonimato ya que no quiero que nadie me nombre.
¿Mi edad? No recuerdo, se que cuando llegué aquí tenía 20 años y ha pasado tanto tiempo que ya no se si un día es un año por lo que perdí la cuenta. Se podrá imaginar que este no es un lugar donde se festejan los cumpleaños con torta y fiestita.
¿Por qué estoy aquí? Por asesino. ¿Si me arrepiento?
Hay días que sí, otros que no. Pero creo que a esta altura y después de tanto tiempo no tiene importancia. Nada de lo que diga puede devolver la vida ni sacarme de acá.
¿Por qué lo hice? Por ciego. Estuve muy enamorado y ví como todos mis sueños y deseos se iban a una cama ajena. Si dispone de unos momentos le contaré mi historia.
La conocí cuando era mucho más joven. Fue una de esas situaciones en las que sobran las palabras y con un cruce de miradas alcanza para que dos almas transmitan todo lo que sienten. No sé porque pero me enamoré perdidamente de ella.
Apareció en mi vida cuando yo estaba muy necesitado de afecto y sentía que ella me hacía vivir de nuevo. ¿Sabe lo que es sentirse agonizando y que alguien lo rescate del abismo?
Después de algunos encuentros; y contrario a todo lo que todos me decían, le propuse irnos a vivir a un departamento en Ramos. Hubiese preferido que fuese en Ciudadela por una cuestión económica pero ella se negaba alegando que no era una linda zona para vivir. Demás está decir que acepté sin poner ninguna condición.
Nuestro departamento no era la gran cosa. Para ser sinceros, era bastante deprimente el lugar pero para otra cosa no me alcanzaba. Sin embargo, ella se encargó de decorarlo íntegramente.
Recuerdo cuando discutíamos por el color de la pintura y me retaba por tener mal gusto.
Dejé de estudiar porque tenía que cambiar de trabajo para poder bancar ese ritmo de vida. Me hizo dejar muchos de mis vicios. Eso ahora no lo veo del todo mal porque reconozco que estaba muy desbandado y mi vida no tenía rumbo. El tema es que con todo eso que iba dejando también fui dejando amigos, familia y un poco de vivir también.
Tenía un poder casi hipnótico en mí que me generaba la sensación de que ella era el aire que respiraba. ¡Las cosas que hice para arrancarle una sonrisa!
Por Dios, como añoraba llegar a casa y sacarme toda la mierda del trabajo de encima. Arrojarme a sus brazos y disfrutar de todo el placer que ella entregaba. ¡Si las paredes de ese departamento hablarán! La cama, la cocina, la ducha, la mesa destartalada del comedor. ¡Dónde no hicimos el amor con locura!
Pero como todo lo bueno que me había pasado en mi vida, la felicidad duró poco. Después de seis meses de convivencia empecé a notarla cada vez más distante. Discutíamos por estupideces. Que la plata no alcanza, que te la pasas trabajando, que ya no salíamos.
Le voy a ser sincero, vivía trabajando para poder darle todos los gustos y que ella no tuviese que trabajar, y no siempre llegaba del mejor humor.
Nunca me voy a olvidar de ese miércoles. La fábrica nos hizo cortar a las 11:00, cosa que nunca había sucedido en el tiempo que llevaba ahí. Algo de una inspección o algo así. A todos los que estábamos en negro nos mandaron a nuestras casas.
Yo salí y me decidí ir a buscarla ala facultad. Con los pocos pesos que me quedaban encima opté por comprarle un ramito de jazmines en vez de comprarme mi atado de puchos como de costumbre.
Ahí estaba, enfrente de la facultad sentado en un banco de plaza con mi overol y el ramito en la mano. Puede imaginarse mi cara cuando la ví salir por esas puertas enormes abrazada a ese hijo de puta y besándose como si no fuese la primera vez que lo hacían.
Antes de que me vieran me perdí entre la gente. Le regalé las flores a una vieja que pedía monedas en una esquina y volví con mi dolor al departamento.
Ella legó recién a las seis de la tarde. Me saludo y mientras ponía la pava para tomarse un café me dijo que se quería duchar. Cuando le pregunté dónde había estado, me contestó que con una amiga de la facultad repasando apuntes para un examen. Todavía me pregunto de donde saque las fuerzas y me contuve de confrontarla en ese momento.
Mientras merendábamos varias veces me preguntó por mi cara. Contesté con muchas evasivas y la cosa quedó ahí. Después el día continuó con la misma monotonía de costumbre. La cena, la sobremesa y mi cigarrillo habitual después de comer.
Recuerdo que quería quedarme en el balcón esa noche y no podía acostarme al lado de ella. No después de saber eso.
Como de costumbre sus caricias terminaron por llevarme a la cama. Nunca sus besos tuvieron un gusto tan amargo. Cada uno de ellos era como una puñalada en el pecho. Esa noche tuvimos sexo como hacía semanas que no había sucedido. Cómo extraño esos momentos.
Después de terminar exhaustos, ella se levantó y se dirigió al baño. Yo quedé tendido ahí con la mirada perdida.
No sé porque pero instintivamente abrí el placard y saqué el 32 que había sido de mi abuelo. Podrá imaginarse su cara cuando me vio con el revólver en la mano. Su rostro inspiraba un terror indescriptible.
Empecé a gritarle que la había visto, quién era. Por qué, tan solo por qué. En qué había fallado. Qué era lo que no le había dado para decidiera irse con otro.
Ella contestó con una serie de idioteces entre llantos y lágrimas que no más que encolerizarme aún más de lo que estaba. Dudé un segundo al ver esos ojos negros como una noche solitaria llenos de lágrimas pero mi brazo se levantó y apuntó directamente a la cabeza.
Jamás podré borrar esa imagen de pánico en su rostro. Es el día de hoy que no logró dormir porque todavía escucho ese grito desgarrador, el sonido de la bala saliendo de la recamara que terminaría por arrancar una vida. La imagen de mi brazo cayendo sin fuerza, ese cuerpo inerte desplomándose y el revólver cayendo a su lado.
Fueron segundos que hoy me llevaron a donde estoy. ¿Si me arrepiento de algo? Ya le dije que no. No me arrepiento de lo que hice por ella. Lo hice porque lo sentí y porque ella era mi mundo. Son cosas que uno hace enceguecido por amor.
En realidad, me arrepiento de una sola cosa. Si volviese a vivir ese instante; sin Dios me diese la oportunidad de volver el tiempo atrás y volver a estar ese esa habitación frete a ella; no creo que haría lo mismo.
Si tuviese la oportunidad, esta vez le dispararía a ella.
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