Esto es una poesía que había escrito hace más de cuatro años, fue la útlima vez que me senté a escribir algo y después la falta de talento me bajó a la realidad. Espero que la disfruten ya que la encontré entre un montón de papeles viejos que creía perdidos. Es un poco larga pero creo que puede valer la pena.
Buenas noches. Agradezco su visita y espero sepa disculpar lo desordenado y sucio que me veo al igual que todo lo que me rodea. Asumo que estará aquí para conocer mi historia.
Si está aquí es porque debe de ser una persona un tanto morbosa. Está bien, no se ofenda, no me considero con autoridad para juzgar a nadie después de lo que hice.
¿Mi nombre? Perdóneme pero prefiero permanecer en el anonimato ya que no quiero que nadie me nombre.
¿Mi edad? No recuerdo, se que cuando llegué aquí tenía 20 años y ha pasado tanto tiempo que ya no se si un día es un año por lo que perdí la cuenta. Se podrá imaginar que este no es un lugar donde se festejan los cumpleaños con torta y fiestita.
¿Por qué estoy aquí? Por asesino. ¿Si me arrepiento?
Hay días que sí, otros que no. Pero creo que a esta altura y después de tanto tiempo no tiene importancia. Nada de lo que diga puede devolver la vida ni sacarme de acá.
¿Por qué lo hice? Por ciego. Estuve muy enamorado y ví como todos mis sueños y deseos se iban a una cama ajena. Si dispone de unos momentos le contaré mi historia.
La conocí cuando era mucho más joven. Fue una de esas situaciones en las que sobran las palabras y con un cruce de miradas alcanza para que dos almas transmitan todo lo que sienten. No sé porque pero me enamoré perdidamente de ella.
Apareció en mi vida cuando yo estaba muy necesitado de afecto y sentía que ella me hacía vivir de nuevo. ¿Sabe lo que es sentirse agonizando y que alguien lo rescate del abismo?
Después de algunos encuentros; y contrario a todo lo que todos me decían, le propuse irnos a vivir a un departamento en Ramos. Hubiese preferido que fuese en Ciudadela por una cuestión económica pero ella se negaba alegando que no era una linda zona para vivir. Demás está decir que acepté sin poner ninguna condición.
Nuestro departamento no era la gran cosa. Para ser sinceros, era bastante deprimente el lugar pero para otra cosa no me alcanzaba. Sin embargo, ella se encargó de decorarlo íntegramente.
Recuerdo cuando discutíamos por el color de la pintura y me retaba por tener mal gusto.
Dejé de estudiar porque tenía que cambiar de trabajo para poder bancar ese ritmo de vida. Me hizo dejar muchos de mis vicios. Eso ahora no lo veo del todo mal porque reconozco que estaba muy desbandado y mi vida no tenía rumbo. El tema es que con todo eso que iba dejando también fui dejando amigos, familia y un poco de vivir también.
Tenía un poder casi hipnótico en mí que me generaba la sensación de que ella era el aire que respiraba. ¡Las cosas que hice para arrancarle una sonrisa!
Por Dios, como añoraba llegar a casa y sacarme toda la mierda del trabajo de encima. Arrojarme a sus brazos y disfrutar de todo el placer que ella entregaba. ¡Si las paredes de ese departamento hablarán! La cama, la cocina, la ducha, la mesa destartalada del comedor. ¡Dónde no hicimos el amor con locura!
Pero como todo lo bueno que me había pasado en mi vida, la felicidad duró poco. Después de seis meses de convivencia empecé a notarla cada vez más distante. Discutíamos por estupideces. Que la plata no alcanza, que te la pasas trabajando, que ya no salíamos.
Le voy a ser sincero, vivía trabajando para poder darle todos los gustos y que ella no tuviese que trabajar, y no siempre llegaba del mejor humor.
Nunca me voy a olvidar de ese miércoles. La fábrica nos hizo cortar a las 11:00, cosa que nunca había sucedido en el tiempo que llevaba ahí. Algo de una inspección o algo así. A todos los que estábamos en negro nos mandaron a nuestras casas.
Yo salí y me decidí ir a buscarla ala facultad. Con los pocos pesos que me quedaban encima opté por comprarle un ramito de jazmines en vez de comprarme mi atado de puchos como de costumbre.
Ahí estaba, enfrente de la facultad sentado en un banco de plaza con mi overol y el ramito en la mano. Puede imaginarse mi cara cuando la ví salir por esas puertas enormes abrazada a ese hijo de puta y besándose como si no fuese la primera vez que lo hacían.
Antes de que me vieran me perdí entre la gente. Le regalé las flores a una vieja que pedía monedas en una esquina y volví con mi dolor al departamento.
Ella legó recién a las seis de la tarde. Me saludo y mientras ponía la pava para tomarse un café me dijo que se quería duchar. Cuando le pregunté dónde había estado, me contestó que con una amiga de la facultad repasando apuntes para un examen. Todavía me pregunto de donde saque las fuerzas y me contuve de confrontarla en ese momento.
Mientras merendábamos varias veces me preguntó por mi cara. Contesté con muchas evasivas y la cosa quedó ahí. Después el día continuó con la misma monotonía de costumbre. La cena, la sobremesa y mi cigarrillo habitual después de comer.
Recuerdo que quería quedarme en el balcón esa noche y no podía acostarme al lado de ella. No después de saber eso.
Como de costumbre sus caricias terminaron por llevarme a la cama. Nunca sus besos tuvieron un gusto tan amargo. Cada uno de ellos era como una puñalada en el pecho. Esa noche tuvimos sexo como hacía semanas que no había sucedido. Cómo extraño esos momentos.
Después de terminar exhaustos, ella se levantó y se dirigió al baño. Yo quedé tendido ahí con la mirada perdida.
No sé porque pero instintivamente abrí el placard y saqué el 32 que había sido de mi abuelo. Podrá imaginarse su cara cuando me vio con el revólver en la mano. Su rostro inspiraba un terror indescriptible.
Empecé a gritarle que la había visto, quién era. Por qué, tan solo por qué. En qué había fallado. Qué era lo que no le había dado para decidiera irse con otro.
Ella contestó con una serie de idioteces entre llantos y lágrimas que no más que encolerizarme aún más de lo que estaba. Dudé un segundo al ver esos ojos negros como una noche solitaria llenos de lágrimas pero mi brazo se levantó y apuntó directamente a la cabeza.
Jamás podré borrar esa imagen de pánico en su rostro. Es el día de hoy que no logró dormir porque todavía escucho ese grito desgarrador, el sonido de la bala saliendo de la recamara que terminaría por arrancar una vida. La imagen de mi brazo cayendo sin fuerza, ese cuerpo inerte desplomándose y el revólver cayendo a su lado.
Fueron segundos que hoy me llevaron a donde estoy. ¿Si me arrepiento de algo? Ya le dije que no. No me arrepiento de lo que hice por ella. Lo hice porque lo sentí y porque ella era mi mundo. Son cosas que uno hace enceguecido por amor.
En realidad, me arrepiento de una sola cosa. Si volviese a vivir ese instante; sin Dios me diese la oportunidad de volver el tiempo atrás y volver a estar ese esa habitación frete a ella; no creo que haría lo mismo.
Si tuviese la oportunidad, esta vez le dispararía a ella.
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