El cigarrillo se iba consumiendo lentamente sin que los labios lo tocasen. Reposaba en el cenicero dejando pasar los interminables segundos de una tarde calurosa de sábado.
Un esqueleto de cenizas que se encuentran temerosas de que la más mínima brisa hiciera polvo su ser y desperdigase por todo el patio lo que antes había sido objeto de deseo.
El cigarrillo se impacienta, más de la mitad de su cuerpo se ha consumido y no lo han vuelto a tocar. Su corta existencia va camino a su fin y no ha logrado su cometido. No ha podido envenenar los pulmones de ese hombre un poco más.
El cigarrillo decide que es momento de actuar. Aprovecha la brisa arremolinada del patio para saltar del cenicero hacia el pantalón de ese hombre dormido. El cigarrillo ríe. Sabe que el hombre está demasiado dormido y que se dará cuenta cuando sea tarde para actuar. El cigarrillo se siente realizado. Logró trasladar su destino a ese cuerpo. Ahora el hombre se irá consumiendo lentamente sin que nadie lo toque.
El hombre reposaba en un sillón dejando pasar las interminables horas de una noche plagada de mosquitos. Pero al hombre no le importa ver como su cuerpo se va convirtiendo en cenizas. Al contrario pareciera que mira con cierto agrado la idea de desaparecer y convertirse en polvo. Ya sólo queda un esqueleto de cenizas de lo que en otro tiempo fue un hombre.
El viento empieza a arremeter contra las cenizas que se separan y empiezan a tomar vuelo. Millones de partículas de lo había sido un ser vivo viajan a tan sólo unos metros del suelo buscando un lugar donde aterrizar.
Algunas deciden emprender viaje hasta la casa de la familia del hombre. Reposarse sobre sus padres para ser nuevamente parte de ellos. Rozar sus mejillas intentando darles un beso como saludo. Otras atacan los ojos de su hermano intentando ejercer en él un rechazo hacia el cigarrillo en forma indirecta.
Otras aprovechan que es sábado y enfilan por Gaona en búsqueda de antiguos compañeros de juerga. Se apoyan en sus brazos y se ríen de las anécdotas. Les cuesta mantenerse junto a ellos. Se mueven demasiado al bailar y no les gusta tener cenizas sobre la ropa.
La gran mayoría de las cenizas, a poco de emprender vuelo deciden que no vale la pena emprender un nuevo viaje y optan por dejarse caer para perderse en algún rincón o incluso escaparse por una rejilla.
Sólo unas pocas deciden volver hacia dónde estaba ese hombre. Creen que su lugar es ese y no quieren irse de allí. Se reagrupan como pueden tratando de dar formar a ese cuerpo. Pero son muy pocas y sólo dibujan con cenizas un ojo entreabierto y unos labios secos.
El ojo pasa de estar entreabierto a abierto por completo. Los labios se separan para proferir un insulto. Todas las cenizas desperdigadas los escuchan y entienden que es una orden. Deben regresar. Se reagrupan nuevamente dando forma al hombre otra vez.
Una mano limpia las cenizas de más que quedaron sobre el pantalón. Un ojo mira el agujero que quedó producto de haberse dormido. El otro busca el atado.
El brazo se extiende y uno de los cigarrillos da un paso al frente. Siente que es su deber luego del acto de heroísmo de su desaparecido camarada. El hombre le da una pitada y lo deja en el cenicero.
Pareciera que la historia se repite. Los cigarrillos se impacientan. El hombre da una nueva pitada y los cigarrillos se tranquilizan. Pero el hombre se levanta y se va del patio dejando atrás a ese ejército de asesinos silenciosos. Los cigarrillos enloquecen. Su víctima se ha escapado. Miran ahora los restos de aquel valiente voluntario que se inmoló. Miran como un nuevo camarada se consume en el cenicero y no saben que hacer. El cielo se nubla y empiezan a caer algunas gotas. Los cigarrillos saben que ha llegado su fin.
El hombre regresa al patio. Toma el sillón y el atado colocándolos al reparo de la lluvia. Los cigarrillos vuelven a estar felices, el hombre tiene puesta una camisa y ahora viajan pegados a su pecho. Ven orgullosos al nuevo soldado que parte hacia la boca del hombre. Lo escuchan desde el interior del ser. Les grita que se siente orgulloso de ser parte de esa nueva ofensiva contra el hombre. Los describe los pulmones con lujo de detalle, orgulloso de la obra de sus antecesores y de poder ser parte de ello.
Los cigarrillos festejan y se pelean entre ellos para ver quien será el próximo voluntario. Es tan terrible el alboroto que se produce dentro del atado que uno de ellos llama a silencio ante el temor de ser descubiertos. Cree que el hombre los ha escuchado. Pero el hombre no los escucha, está demasiado sordo para hacerlo.
El hombre deja su casa vestido de fiesta con sus futuros asesinos junto al corazón. Se encuentra con sus amigos en la puerta del edificio y empiezan a caminar. Cruzan una calle con apuro entre medio de los autos. El hombre tiene un corto ataque de tos. Carraspea y escupe, luego ríe con sus amigos al respecto y brindan con alcohol.
Los cigarrillos se suman al festejo. Entrecruzan saludos con ejércitos conocidos que se ubican en los bolsillos de los amigos del hombre. El hombre ríe sin darse cuenta de nada. Los cigarrillos ríen pero porque saben que el fin está cerca y su víctima no se ha enterado aún.
Un nuevo voluntario salta a los labios del hombre. Todos sus compañeros lo alientan porque saben que ya falta muy poco. Mucho de menos de lo que el hombre se imagina.
By Manuel Castellano
domingo, 9 de noviembre de 2008
jueves, 6 de noviembre de 2008
No me llames más
Arriesgándome a ser catalogado de psicópata, perseguido, viejo choto y un sin fin de calificativos despectivos que probablemente sean ciertos; voy a compartir con ustedes una reflexión que tuvo lugar en mí intrincada mente la pasada madrugada. Y es debido a que he compartido antes con algunos conocidos este pensamiento y obtuve las más dispares respuestas, que comienzo estas líneas atajándome a las seguras críticas que voy a recibir.
El tema es el siguiente, cada vez que suena el teléfono y/o celular después de las diez de la noche, mi reacción natural es tirar la frase “¿Quién se murió?” o a lo sumo puede surgir como variante un “¿Qué carajo pasó?”. Reitero que aclaré antes de empezar que no era un dilema filosófico ni nada por el estilo así que si sigue leyendo sabiendo de lo que se trata esto es culpa suya.
Tratando de encontrar una explicación a este “temor” si quieren darle un nombre, empecé a hurgar en mis recuerdos tratando de encontrar algo que lo justifique. Lo primero que se me vino a la mente fueron las reiteradas ocasiones en las que sonaba el teléfono en casa y al atender uno se iba enterando del fallecimiento de parientes, conocidos, compañeros de trabajo, mascotas y demás yerbas. Creo que no hace falta ser un psicólogo para darse cuenta de que acá está el origen de mi primera pregunta.
Pero descubrir esa respuesta me lleva a otras preguntas. ¿La gente se muere más por las noches que durante el día? ¿Era necesario llamar a las 2 de la mañana para dar esa noticia? ¿No podía esperar el carnudo que llamó a que se hagan las 8 por lo menos? ¿Cambia algo que uno se enteré entre sueños a que lo haga con un poco más de coherencia otorgada por un desayuno? Y lo más importante ¿hay que tener un modelo de diálogo al momento de tener que dar una noticia de ese tipo?
Bue… lo dejo ahí porque me estoy empezando a engranar y prefiero pasar a la segunda pregunta porque uno ya descarta la muerte pero interiormente sigue preparándose para escuchar una mala noticia. El recuerdo más reciente que tengo de una llamada tarde es de hace casi un año. Háganse una idea mental: fines de noviembre, noche de mucho calor, están sentados en pantalón corto y ojotas disfrutando una cerveza helada, música de fondo y una íntima sensación de sentirse íntimamente realizado con poco. De pronto suena el teléfono. Atienden y se encuentran con la voz de su cuñado del otro lado que informa que lo echaron de su casa y necesita un lugar donde dormir. Pero ahí no termina la cosa, antes de cortar aclara que viene con guitarra, amplificador y perro incluido.
No voy a entrar en detalles de lo que fue esa experiencia y me voy a limitar a decir que hoy casi un año después tengo una bolsa de boxeo y un divorcio en trámite.
Creo que ahora todos pueden entender el porque de mis contestaciones de mierda cuando llaman por la noche. Todo bien, pero quiero que les queden un par de cositas en claro para poder conservar la amistad que nos une.
Primero: más allá de que me duerma cerca de la 1 de la mañana si lo que van a decir no es de extrema urgencia, después de las 22:00 no me llamen. Es más, voy a darles la misma explicación que les doy a los pibes del laburo. Antes de llamarme piensen si les puedo llegar a contestar “y yo qué carajo puedo hacer a esta ahora y desde mi casa?”.
Segundo: trabajo de lunes a sábados y me levanto a las 6 y media por lo que si es para boludear llamen los sábados que es noche de joda. Caso contrario, aténganse al rosario de puteadas que les puedo proferir como respuesta. El hecho de que ustedes estén al pedo no implica que yo también lo esté.
Tercero: el mensaje de texto puede resultar igual o más molesto que una llamada. Métanse los dedos en el orto y no abusen de la tecnología llevándome a que tire el celular a las vías del Sarmiento porque ganas no me faltan.
Bien, realizado el correspondiente descargo voy a intentar trasladar el origen de este divague reflexivo. Aclaro que sigo escribiendo y la cadena se me soltó hace un rato. Qué necesidad tenías de mandarme un mensaje a las 0:45 para avisarme que a nuestra perra (que dicho sea de paso no me dejás ver) tuvo su primera menstruación? Quién fue el reverendo hijo de puta que te dijo que andaba con problemas para dormir por las noches? No porque esa información sea falsa sino por el simple hecho de qué carajo te importa si duermo, cambié de marca de cigarrillos, me reencontré con viejos amigos o me hice un aro en el orto.
Flaca, a ver si te queda claro: no me rompas las bolas!!! Hacé tu vida que yo así estoy muy tranquilo. Si querés hablar con alguien llamá a la lacra de tu hermano o a las garcas de tus amigas. Y si lo que querés es coger te aviso que mi bragueta está cerrada para vos. Así que embadurna con mayonesa un paraguas y enterrátelo en el ojete. Y si vos también tenés problemas para dormir, clavate dos pajas que vas a ver como dormís catorce horas seguidas, te cogés a quien querés y no te contagias de nada.
En lo que a mí respecta, sólo quiero que me avises si llega algo mío a tu casa y que dejes de dar vueltas al pedo y vengas a hacer el cambio de titularidad del celular.
Y si no e quedó claro, no te preocupes, voy a buscar la manera de mandarte a la remismísima concha entablillada de la puta madre que te parió en cadena nacional y por stéreo dolby.
Que duermas bien y no me llames más!!!
By Manuel Castellano
El tema es el siguiente, cada vez que suena el teléfono y/o celular después de las diez de la noche, mi reacción natural es tirar la frase “¿Quién se murió?” o a lo sumo puede surgir como variante un “¿Qué carajo pasó?”. Reitero que aclaré antes de empezar que no era un dilema filosófico ni nada por el estilo así que si sigue leyendo sabiendo de lo que se trata esto es culpa suya.
Tratando de encontrar una explicación a este “temor” si quieren darle un nombre, empecé a hurgar en mis recuerdos tratando de encontrar algo que lo justifique. Lo primero que se me vino a la mente fueron las reiteradas ocasiones en las que sonaba el teléfono en casa y al atender uno se iba enterando del fallecimiento de parientes, conocidos, compañeros de trabajo, mascotas y demás yerbas. Creo que no hace falta ser un psicólogo para darse cuenta de que acá está el origen de mi primera pregunta.
Pero descubrir esa respuesta me lleva a otras preguntas. ¿La gente se muere más por las noches que durante el día? ¿Era necesario llamar a las 2 de la mañana para dar esa noticia? ¿No podía esperar el carnudo que llamó a que se hagan las 8 por lo menos? ¿Cambia algo que uno se enteré entre sueños a que lo haga con un poco más de coherencia otorgada por un desayuno? Y lo más importante ¿hay que tener un modelo de diálogo al momento de tener que dar una noticia de ese tipo?
Bue… lo dejo ahí porque me estoy empezando a engranar y prefiero pasar a la segunda pregunta porque uno ya descarta la muerte pero interiormente sigue preparándose para escuchar una mala noticia. El recuerdo más reciente que tengo de una llamada tarde es de hace casi un año. Háganse una idea mental: fines de noviembre, noche de mucho calor, están sentados en pantalón corto y ojotas disfrutando una cerveza helada, música de fondo y una íntima sensación de sentirse íntimamente realizado con poco. De pronto suena el teléfono. Atienden y se encuentran con la voz de su cuñado del otro lado que informa que lo echaron de su casa y necesita un lugar donde dormir. Pero ahí no termina la cosa, antes de cortar aclara que viene con guitarra, amplificador y perro incluido.
No voy a entrar en detalles de lo que fue esa experiencia y me voy a limitar a decir que hoy casi un año después tengo una bolsa de boxeo y un divorcio en trámite.
Creo que ahora todos pueden entender el porque de mis contestaciones de mierda cuando llaman por la noche. Todo bien, pero quiero que les queden un par de cositas en claro para poder conservar la amistad que nos une.
Primero: más allá de que me duerma cerca de la 1 de la mañana si lo que van a decir no es de extrema urgencia, después de las 22:00 no me llamen. Es más, voy a darles la misma explicación que les doy a los pibes del laburo. Antes de llamarme piensen si les puedo llegar a contestar “y yo qué carajo puedo hacer a esta ahora y desde mi casa?”.
Segundo: trabajo de lunes a sábados y me levanto a las 6 y media por lo que si es para boludear llamen los sábados que es noche de joda. Caso contrario, aténganse al rosario de puteadas que les puedo proferir como respuesta. El hecho de que ustedes estén al pedo no implica que yo también lo esté.
Tercero: el mensaje de texto puede resultar igual o más molesto que una llamada. Métanse los dedos en el orto y no abusen de la tecnología llevándome a que tire el celular a las vías del Sarmiento porque ganas no me faltan.
Bien, realizado el correspondiente descargo voy a intentar trasladar el origen de este divague reflexivo. Aclaro que sigo escribiendo y la cadena se me soltó hace un rato. Qué necesidad tenías de mandarme un mensaje a las 0:45 para avisarme que a nuestra perra (que dicho sea de paso no me dejás ver) tuvo su primera menstruación? Quién fue el reverendo hijo de puta que te dijo que andaba con problemas para dormir por las noches? No porque esa información sea falsa sino por el simple hecho de qué carajo te importa si duermo, cambié de marca de cigarrillos, me reencontré con viejos amigos o me hice un aro en el orto.
Flaca, a ver si te queda claro: no me rompas las bolas!!! Hacé tu vida que yo así estoy muy tranquilo. Si querés hablar con alguien llamá a la lacra de tu hermano o a las garcas de tus amigas. Y si lo que querés es coger te aviso que mi bragueta está cerrada para vos. Así que embadurna con mayonesa un paraguas y enterrátelo en el ojete. Y si vos también tenés problemas para dormir, clavate dos pajas que vas a ver como dormís catorce horas seguidas, te cogés a quien querés y no te contagias de nada.
En lo que a mí respecta, sólo quiero que me avises si llega algo mío a tu casa y que dejes de dar vueltas al pedo y vengas a hacer el cambio de titularidad del celular.
Y si no e quedó claro, no te preocupes, voy a buscar la manera de mandarte a la remismísima concha entablillada de la puta madre que te parió en cadena nacional y por stéreo dolby.
Que duermas bien y no me llames más!!!
By Manuel Castellano
sábado, 1 de noviembre de 2008
Tu recuerdo
Es extraño como el pasado se presenta ante nosotros en los momentos en los que uno menos se lo espera. Los recuerdos, esos hijos de puta que no hacen otra cosa sino abrir viejas heridas que creíamos cerradas, atacan cuando uno se encuentra con la guardia baja. Es como si uno estuviera tratando de incorporarse en el ring de la vida con las pocas fuerzas que le quedan en lugar de resignarse a aceptar nuestras limitaciones y la triste realidad y tirar la toalla. Cuando uno esta haciendo eso, es cuando ocurre lo peor. En ese preciso instante en que se logra establecer a duras penas la vertical aún con las piernas temblorosas, aparece un puño a toda velocidad cuya trayectoria finaliza en nuestro mentón. Es un golpe de knock out, de esos que nos van a dejar tumbados en la lona más allá de que la cuenta fuese hasta diez, veinte, cien o un millón. Pero me estoy yendo a la mierda hablando casi como Osvaldo Principi y no escapo a lo que quiero contar que es como me siento.
Vacío. Esa es la palabra que mejor refleja lo que en este momento siento. Pero contrario a lo que todos podrían llegar a suponer no es una sensación nueva o siquiera reciente. Es el mismo vacío que se abrió paso en mi interior el día que desapareciste de mi vida hace ya bastante tiempo.
Al ver tu sonrisa hoy retrocedí por lo menos diez años en el mar del tiempo. Mucho más no puedo retroceder porque mi cabeza no posee esa capacidad a esta altura de la vida. Retrocedí hasta ese preciso instante en que te dije sin decirlo que te amaba con locura. A ese lugar repleto de gente y al mismo tiempo tan íntimo que nuestras miradas no necesitaban ninguna palabra para expresar lo que sentíamos el uno por el otro. A tu perfume por las mañanas que era lo único que garantizaba mi presencia. A esas tardes en las cuales no importaba nada excepto vos. Y a esas noches en las que nunca sucedió nada de lo que hubiese querido, pero que me hacían feliz por sentirme iluminado por el brillo de tus ojos. A esos viajes hacia la nada que creía que me acercaban un poco más a vos.
Esos recuerdos me atacan una y otra vez. Me critican como lo hicieron hace mucho tiempo el hecho de que nunca supe encontrar las palabras, el lugar o el momento justo para expresarte a viva voz lo que mi corazón sentía. En realidad, el día que encontré esas palabras y me armé de coraje para decírtelas vos me interrumpiste antes. Fue el día en que me contaste que habías sellado tu destino e ibas a emprender un viaje en el que ni siquiera iba a poder despedirte desde el andén.
Voy a serte sincero, llegué a estar obsesionado con vos. Traté de seguirte el rastro pero siempre iba un paso tarde. Cuando yo llegaba a un lugar, vos acababas de irte. Así sucesivamente durante meses. Los meses se convirtieron en años y fue cada vez más difícil encontrar indicios de tu paradero. La gente que podía brindarme información frecuentaba esos lugares a los que dejé de asistir después de tu partida. Esos lugares habían perdido sentido sin tu presencia.
Ayudado por el alcohol, los amigos de siempre y las caricias de algunas mujeres que intentaron sin éxito llenar el vacío que habías dejado; fui tratando de olvidarte. Para eso corté todos los lazos que me unían a ese pasado conjunto. Escondí demasiado bien las fotos tuyas que conservaba y opté por dejar que la vida y el paso de los años se encargasen de borrarte de mi mente. Cosa que de más está decir, jamás pude hacerlo por completo. Si lo hubiese logrado hoy no estaría escribiendo estas líneas.
El hecho de volverme cada vez más apático ayudo a poder aceptar lo mierda que resueltaza el mundo sin tu presencia. La vida siguió su rumbo y yo aparentaba ser feliz hasta que irrumpiste en mi camino como lo harías varias veces en estos años. Cuando pienso en ese momento todavía puedo sentir la dolorosa enseñanza de que no podía suceder algo bueno sin estar tomado de la mano de algo muchísimo peor.
Volviste a parecer en escena hace unos ocho años. En realidad ni siquiera pude verte en esa ocasión, sino que fueron los relatos por intermedio de labios ajenos que aseguraban que habías decidido interrumpir ese viaje que te alejaría de mí para siempre. Sin embargo y muy a mi pesar, abandonaste un viaje para abrir tus alas y emigrar a tierras lejanas. Cambiaste el destino solamente pasando de estar en un viaje en el que nunca hubiese podido acompañarte para emprender una travesía que haría que perdiese tu rastro en forma definitiva.
Al menos eso fue lo que creí en ese momento. Y como el vacío en mi interior se hizo aún mayor; decidí intentar taparlo con una relación que desde un comienzo sabía que estaba condenada al fracaso. Ella nunca podría ocupar el lugar que vos habías dejado vacante en mi corazón. A pesar de que ambos lo intentásemos (y creo que ella también lo sabía), tarde o temprano, caeríamos en la realidad de que jamás hubiera podido prosperar una pareja con tu sombra sobre nosotros.
Es más, te podría decir que estuviste presente en varios de los momentos que viví en pareja. Algunas veces porque ella que conocía mi pasado te traía a la conversación con la única intención de propinarme golpes bajos. Otra porque yo te usaba como parámetro de comparaciones odiosas en las que siempre mi ex salía perdiendo. No fuiste la causante de nuestra separación, pero tu recuerdo fue una pesada carga que ninguno de los dos supo sobrellevar.
Varias veces en este tiempo que pasó diste señales fugaces de que seguías actuando sobre mí con un poder casi hipnótico. No creo que nunca hayas imaginado lo mucho que me alegro poder escuchar que era de tu vida de tu propia boca sin oír tu voz. Aunque también infundiste en mí ser una enorme tristeza al saber que tu corazón había encontrado dueño mientras que el mío seguía gritándote que te pertenecía.
Así fue como me conforme con verte en fotos que no eran mías y que tampoco habías decidido compartir. Hurgando en tu intimidad para poder sentirme un poco más cerca de ti. No me tomes como un psicópata, siempre lo hice desde el respeto y el amor que te siento. Igual que siempre e igual que hoy cuando pude ver tu sonrisa en esa foto, sabiendo que eras feliz y aceptando de a poco esta dura realidad.
Esta realidad que me grita que nunca serás mía porque nunca lo fuiste aunque yo te pertenezco desde siempre.
Voy a volver a intentar olvidarte aunque cada vez que lo intento lo hago peor y termino recordándote aún más.
Aunque me duela voy a seguir amándote porque amarte fue lo más bello que me pasó en la vida; y al mismo tiempo es y será el dolor más grande.
By Manuel Castellano
Vacío. Esa es la palabra que mejor refleja lo que en este momento siento. Pero contrario a lo que todos podrían llegar a suponer no es una sensación nueva o siquiera reciente. Es el mismo vacío que se abrió paso en mi interior el día que desapareciste de mi vida hace ya bastante tiempo.
Al ver tu sonrisa hoy retrocedí por lo menos diez años en el mar del tiempo. Mucho más no puedo retroceder porque mi cabeza no posee esa capacidad a esta altura de la vida. Retrocedí hasta ese preciso instante en que te dije sin decirlo que te amaba con locura. A ese lugar repleto de gente y al mismo tiempo tan íntimo que nuestras miradas no necesitaban ninguna palabra para expresar lo que sentíamos el uno por el otro. A tu perfume por las mañanas que era lo único que garantizaba mi presencia. A esas tardes en las cuales no importaba nada excepto vos. Y a esas noches en las que nunca sucedió nada de lo que hubiese querido, pero que me hacían feliz por sentirme iluminado por el brillo de tus ojos. A esos viajes hacia la nada que creía que me acercaban un poco más a vos.
Esos recuerdos me atacan una y otra vez. Me critican como lo hicieron hace mucho tiempo el hecho de que nunca supe encontrar las palabras, el lugar o el momento justo para expresarte a viva voz lo que mi corazón sentía. En realidad, el día que encontré esas palabras y me armé de coraje para decírtelas vos me interrumpiste antes. Fue el día en que me contaste que habías sellado tu destino e ibas a emprender un viaje en el que ni siquiera iba a poder despedirte desde el andén.
Voy a serte sincero, llegué a estar obsesionado con vos. Traté de seguirte el rastro pero siempre iba un paso tarde. Cuando yo llegaba a un lugar, vos acababas de irte. Así sucesivamente durante meses. Los meses se convirtieron en años y fue cada vez más difícil encontrar indicios de tu paradero. La gente que podía brindarme información frecuentaba esos lugares a los que dejé de asistir después de tu partida. Esos lugares habían perdido sentido sin tu presencia.
Ayudado por el alcohol, los amigos de siempre y las caricias de algunas mujeres que intentaron sin éxito llenar el vacío que habías dejado; fui tratando de olvidarte. Para eso corté todos los lazos que me unían a ese pasado conjunto. Escondí demasiado bien las fotos tuyas que conservaba y opté por dejar que la vida y el paso de los años se encargasen de borrarte de mi mente. Cosa que de más está decir, jamás pude hacerlo por completo. Si lo hubiese logrado hoy no estaría escribiendo estas líneas.
El hecho de volverme cada vez más apático ayudo a poder aceptar lo mierda que resueltaza el mundo sin tu presencia. La vida siguió su rumbo y yo aparentaba ser feliz hasta que irrumpiste en mi camino como lo harías varias veces en estos años. Cuando pienso en ese momento todavía puedo sentir la dolorosa enseñanza de que no podía suceder algo bueno sin estar tomado de la mano de algo muchísimo peor.
Volviste a parecer en escena hace unos ocho años. En realidad ni siquiera pude verte en esa ocasión, sino que fueron los relatos por intermedio de labios ajenos que aseguraban que habías decidido interrumpir ese viaje que te alejaría de mí para siempre. Sin embargo y muy a mi pesar, abandonaste un viaje para abrir tus alas y emigrar a tierras lejanas. Cambiaste el destino solamente pasando de estar en un viaje en el que nunca hubiese podido acompañarte para emprender una travesía que haría que perdiese tu rastro en forma definitiva.
Al menos eso fue lo que creí en ese momento. Y como el vacío en mi interior se hizo aún mayor; decidí intentar taparlo con una relación que desde un comienzo sabía que estaba condenada al fracaso. Ella nunca podría ocupar el lugar que vos habías dejado vacante en mi corazón. A pesar de que ambos lo intentásemos (y creo que ella también lo sabía), tarde o temprano, caeríamos en la realidad de que jamás hubiera podido prosperar una pareja con tu sombra sobre nosotros.
Es más, te podría decir que estuviste presente en varios de los momentos que viví en pareja. Algunas veces porque ella que conocía mi pasado te traía a la conversación con la única intención de propinarme golpes bajos. Otra porque yo te usaba como parámetro de comparaciones odiosas en las que siempre mi ex salía perdiendo. No fuiste la causante de nuestra separación, pero tu recuerdo fue una pesada carga que ninguno de los dos supo sobrellevar.
Varias veces en este tiempo que pasó diste señales fugaces de que seguías actuando sobre mí con un poder casi hipnótico. No creo que nunca hayas imaginado lo mucho que me alegro poder escuchar que era de tu vida de tu propia boca sin oír tu voz. Aunque también infundiste en mí ser una enorme tristeza al saber que tu corazón había encontrado dueño mientras que el mío seguía gritándote que te pertenecía.
Así fue como me conforme con verte en fotos que no eran mías y que tampoco habías decidido compartir. Hurgando en tu intimidad para poder sentirme un poco más cerca de ti. No me tomes como un psicópata, siempre lo hice desde el respeto y el amor que te siento. Igual que siempre e igual que hoy cuando pude ver tu sonrisa en esa foto, sabiendo que eras feliz y aceptando de a poco esta dura realidad.
Esta realidad que me grita que nunca serás mía porque nunca lo fuiste aunque yo te pertenezco desde siempre.
Voy a volver a intentar olvidarte aunque cada vez que lo intento lo hago peor y termino recordándote aún más.
Aunque me duela voy a seguir amándote porque amarte fue lo más bello que me pasó en la vida; y al mismo tiempo es y será el dolor más grande.
By Manuel Castellano
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