Me desperté empapado de sudor y al manotear el celular me di cuenta de que eran las 03:47. Qué mierda hago despierto a esta hora? Mañana no me levanta nadie la puta que lo parió. De la calentura que tenía me levanté a lavarme la cara y a tomar un poco de agua fría.
Al abrir la heladera pude ver la misma tristeza que la llena desde hace días. No tiene nada más que media botella de tequila, una de vodka, dos botellas de agua, un leber a medio terminar, un limón y los restos de un sándwich de bondiola. Agarré una de las botellas de agua con más resignación que decisión y enfilé de vuelta para la catrela.
Cuando me disponía a acostarme noté que había algo anormal. Un gato grande, feo y tuerto estaba durmiendo al lado de mi almohada. Lo saludé invitándolo a correrse para poder acostarme y antes de dormirme me di cuenta de que yo no tengo gato.
Abro los ojos nuevamente y el gato me miraba con cara de qué carajo te pasa. Normalmente lo hubiese echado a la mierda pero estaba muy cansado para discutir. Intenté dormirme pero escuché un encendedor. Lo miro al gato y lo veo tratando de encenderse un pucho.
Sin salir de mi asombro le saco el encendedor y le termino encendiendo su cigarrillo y me enciendo uno para mí. El gato le da una pitada larga y me tira: gracias negro, se hace jodido encenderlo sin pulgares. Le contesté con un de nada casi por inercia sin percatarme de un detalle. Ese gato que no es mío habla.
Ahí caí, debo de estar soñando. El gato me mira como si pudiese leer la mente y me dice boludo soy real y esto es real. Acto seguido me clave una uña en el brazo. De más está decir que si lo llego a agarrar con el mandoble que le tiré todavía lo estarían buscando.
Logro calmarme y lo encaro preguntándole por donde carajo entró. El gato mueve la cabeza y me muestra la ventana del baño y aprovecha para criticar la seguridad del departamento. No tenía muchas ganas de hablar así que preferí dejarlo ahí.
Ambos terminamos los cigarrillos sin cruzar palabra y cuando me estaba acomodando el minino pide comida con una voz mezcla Tano Fasini y Mostaza Merlo. Lo llevé hasta la cocina y fui de vuelta a la heladera a buscar el sándwich de bondiola.
Abro la puerta pero por más que me estiro no lo puedo alcanzar, me inclino un poco más hacia adentro y no llego. Meto una pierna, después la otra y empiezo a caminar pero no puedo alcanzar el puto sándwich. Escucho otra vez la voz del gato, me doy vuelta y me dice dejá negro, no tengo tanta hambre. Acto seguido me cierra la puerta.
No veo un carajo por lo que o se para donde mierda está la puerta o donde carajo hay una luz. Ilumino algo con el encendedor y veo a lo lejos como una pequeña ventana. Empiezo a caminar hacia ella hasta que de pronto cuando estoy enfrente me doy cuenta que no es una ventana, sino un espejo tapado de polvo. Me miro y descubro que no es mi imagen la que muestra, es una especie de visión de mi futuro. Me veo mucho más viejo, con menos pelo y más arrugas cubriéndome la cara.
A esta altura empiezo a dudar de todo. No se si estoy despierto, si lo que veo es real o si sigue pegando el faso de esta tarde.
Siento los pies mojados, bajo la mano y me doy cuenta que estoy en el agua y que el nivel de la misma está empezando a subir. Me quiero mover pero me doy cuenta que estoy encerrado en un espacio de un metro cuadrado. El agua sigue subiendo, pasando de la cintura al cuello.
Me estoy ahogando, doy patadas de desesperación y manoteo a ciegas. Encuentro algo que parece una soga y me aferro a ello. Pero la misma se viene para abajo y escucho como si alguien hubiese tirado la cadena. Me voy con el agua y empiezo a caer.
Caigo y caigo sin parar de caer. Lo único que se me cruza por la cabeza es que me voy a hacer mierda al tocar el piso. Me mentalizó que pronto voy a pasar a ser una mancha en el piso similar al de una mariposa en un parabrisas. Sigo cayendo, no se cuantos metros van. Los segundos parecen siglos y siento que sigo cayendo hacia la nada. Miro hacia abajo y veo un bulto que me grita agarrate boludo.
Una soga me engancha del brazo izquierdo como a un ternero. De más está decir que el peso de mi cuerpo en caída libre fue demasiado para el brazo y el hombro se salió de lugar.
La soga me baja despacio hasta el piso. Es pasto sobre lo que estoy apoyado pero el dolor no me deja pensar en eso. Una voz me dice quedate quietito que esto va a doler. Le veo cara conocida pero no logro ubicar de donde. El tipo me mira y de un saque me acomoda el hombro y de mi inconciente salió Balbín y la puta que te parió. Era Balbín; pero a esta altura no me atrevía a preguntarle que carajo estaba pasando. El tipo se levanta y se va a la mierda.
Me quedo sentado solo, sin saber donde estoy o como mierda voy a volver. Me enciendo un cigarrillo y empiezo a repasar mentalmente lo sucedido. Es mi versión de Alicia en el país de las maravillas!!! Lo único que la mía sería el boludo en el país de mierda. Por qué nunca miré esa película entera. Ahora sabría qué mierda tengo que hacer.
Me levanto y empiezo a caminar sin saber adonde hasta que escucho un pajero mirá por donde caminas. Bajo la cabeza y veo a Papá Pitufo con cara de ojete. Levanto el pie derecho y veo que en el piso quedo una mancha color azulada. Empiezan a aparecer pitufos alrededor mío. Pero no vienen cantando alegremente. Viene con palos, piedras y cadenas entonando al unísono el grito de Hijo de puta, hijo de puta…
Que se caguen. Sigo caminando y me doy cuenta que ya no hay pasto, ni árboles ni nada que se asemeje a la naturaleza. Veo cables, placas eléctricas y algunos caños. Tengo las bolas al plato de no entender qué es lo que está pasando por lo que agarré el primer caño que tenía a la mano y empecé a romper todo lo que me rodeaba. Me detuve sólo cuando no me quedaron fuerzas para golpear nada más. Me siento arriba de una pila de escombros metálicos a esperar. Y ahora? Qué más va a pasar? Nada.
Sólo escucho el silencio; pero el silencio no se puede escuchar. Si hay silencio no puedo escuchar nada. Estoy perdiendo la poca razón que me queda. Dónde estoy? Que pase algo!!!
Mi pedido fue escuchado pero no creo que sea algo bueno lo que viene. Una sirena empieza a sonar. Escucho pasos y antes de que pueda darme cuenta estoy rodeado por diez tipos que se parecen a Fabián. Cada uno tiene brazos que parecen caños de desagüe rematados por manos que parecen ser racimos de porongas.
Loco sí, boludo no. Me levanto despacito y pongo las manos en la nuca antes de los gigantes vestido de violeta me peguen. Sin embargo, al contrario de lo que podía suponer esto no hizo más que generar la ira de esos orangutanes que comenzaron a molerme a golpes hasta quedar perder el conocimiento.
Cuando abrí los ojos nuevamente me encontraba tirado en una cama sin colchón. Tenía puesto un overol verde y no me dolía nada. Me tocaba el cuerpo para ver si no me faltaba nada. Las bolas estaban ahí así que el resto es accesorio.
Cuanto habré estado dormido? No tengo moretones ni huesos rotos. Busco algo para mirarle la cara. Pido un espejo a los gritos o algo para poder verme. No aparece nadie. Estoy solo otra vez sin saber dónde estoy ni cuánto tiempo voy a estar acá.
Se abre una pequeña puerta del techo y baja una mano con un plata de algo que pareciera ser comida. Me niego a comer algo que tenga ese aspecto. El plato queda en el piso y empiezo a escuchar paso otra vez. Un terror me invade profundamente.
Aparecen dos simpáticos monos vestidos de smoking quienes luego de abrir la puerta ingresan a la celda. Uno de ellos salta encima mío y termina agarrándome por la espalda. El otro saca una servilleta y me la acomoda alrededor del cuello. Toma una cuchara y empieza a embucharme con esa pasta mezcla de vómito de polenta con papel higiénico mojado.
Pude aguantar tres cucharadas nada más y empecé a lanzar como un condenado. Los dos monos me miraron ofendidos y optaron por irse.
Me quedo solo otra vez. Miro a la nada y puedo darme cuenta que no es de día. Empiezo a escuchar algo similar a unos grillos. Alguien o algo comienza a susurrar mi nombre. Trato de determinar de donde viene y descubro que es del piso.
Un pequeño hoyo se abre en el piso y aparece un topo con caso de minero; atrás se asoma el gato tuerto apuntándole con una 9 mm. Dale boludo, movete sin levantar la perdiz, nos vamos a la mierda.
Empiezo a arrastrarme por el túnel creado por el topo. Contrario a lo que pensé al momento de entrar, el túnel era bastante amplio; bien apuntalado e iluminado con las lamparitas de un árbol de navidad. Después de caminar unos cuatrocientos metros llegamos a un campo abierto. El gato me señala un Chevrolet 400 y me dice me suba en el asiento del acompañante. No me parece coherente dejarlo manejar pero no voy a discutir con un gato que tiene una 9 mm en la mano. Cuando estaba cerrando la puerta del auto escuché un disparo. Al mirar pude ver como el gato le había volado la tapa de los sesos al pobre topo. Otra vez la sirena.
El gato se mete al auto y enciende el motor haciendo un puente. Antes de que pudiera decir nada, el gato había salido arando.
Nos persiguen dos sulquis tirados por cuatro perros pequineses cada uno. El gato me pide que tome el volante y se sube al techo con una bolsa. Desde el techo lo escuché putear a los que nos seguían y pude ver por el espejo retrovisor como les caía una molotov hecho con una botella de Toro viejo. Nos alejamos con los gritos de los perros chamuscándose de fondo.
El gato volvió a manejar y la verdad ya me interesaba todo un huevo por lo que estiré las patas y me dispuse a dormir tratando de que al abrir los ojos estuviera en mi cama.
Sin embargo, al despertar noté que no estaba en mi casa, sino en una jaula de madera.
Cuando mire alrededor me di cuenta que estaba en una especie de juzgado. Una voz inconfundible me ordenó ponerme de pie y a limpiarme la baba que caía de la comisura. Era Lita de Lázari con un martillo que golpeaba sin cesar. El gato. Dónde está el puto gato pensé.
Luego de un pequeño golpe de tensión con esas mierdas que usan para las vacas, la jueza me dijo que el gato había negociado mi entrega a cambio de que retiraran los cargos en su contra.
Me cagó el gato, me cagó. Quiero un abogado!!! De qué se me acusa???
Luego de otro toquecito me presentaron a mi abogado que no era otro que el gato tuerto. El hijo de puta me miraba con cara de póker vestido con un Armanni impecable. Empezaron a leerme los cargos en mi contra. Los únicos que recuerdo fueron: desmanes en la vía publica, asesinatos múltiples, destrucción de propiedad estatal, ataques a la autoridad policial, mantenimiento de sobras durante más de una semana en la heladera, tener gusto de mierda para vestirse y salir a la calle con un corte de pelo de pelotudo.
Empecé a pedir un cambio de abogado, que me dejaran defenderme a mi sólo, que cobrarán orsai, cualquier cosa. No parecía importarle a nadie. Un nuevo golpe de electricidad y una pelota en la boca.
Pude escuchar todo lo que dijeron en mi contra y como el gato asentía a todo y no hacía más que embarrarme tirando más leña al fuego. La jueza me declaro culpable de todos los cargos y luego de ponerme en la frente un sello con la leyenda Inútil todo servicio, me condenó a una eternidad encerrado en una jaula del zoológico de Cutini.
Me trasladaron sedado hasta mi nuevo hogar. Me tiraron dentro de una habitación grande decorada como un patio con dos árboles y un pequeño estanque. Pude ver que el techo era una lona corrediza ubicada a unos seis metros por arriba de mi cabeza por lo que pedí que me lo abrieran. Así lo hicieron y me tiraron un sándwich de bondiola por arriba de la reja.
Mientras me lo comía como un desesperado noté que no me habían sacado las únicas cosas que tengo hace años en mi cuerpo.
La tirita roja del tobillo derecho seguía estando ahí aunque ahora no le veo sentido. No creo que nadie envidie mi posición.
Tampoco me sacaron el anillo de la mano. Hace diez años que está en el mismo dedo y cada vez que lo miro y le o lo que dice me acuerdo de aquel artesano que transformó una moneda vieja en este anillo ahora desgastado en que todavía se podía leer la palabra libertad. Estuve a punto de tirar el anillo a la mierda pero cuando lo tenía en la mano empecé a recordar ese pueblo alejado de la mano del hombre, los interminables médanos, el tipo que vendía tortafritas en ese carromato que usaba para vivir. Esa infinidad de desconocidos que me ofrecieron su amistad y compartieron noches de risa conmigo. El cielo lleno de estrellas que eran la única luz que iluminaba.
Recordé que esa era mi visión del paraíso y también como fue destruido por el avance de la civilización. Como aquellos baldíos se habían llenado de casitas alpinas y como las calles sin pavimentar estaban ahora repletas de camionetas último modelo de nenes bien.
Ahí pensé que había perdido el paraíso y no lo podría recuperar más. Una tristeza me invadió y largue el sándwich a la mierda. No podía entender nada y tampoco me importaba. Sentía que era inútil luchar contra ese Leviatán que iba devorando a su paso todo lo que era bueno. Me acerqué al estanque a lavarme la cara y tratar de borrar el sello de mi frente. Corté la tirita roja con los dientes y lancé el anillo por encima de la reja.
Resignado me senté a la sombra de un árbol a esperar que pasara la eternidad. No quedaba otra cosa que hacer, sólo esperar a que llegase lo inevitable.
Pasaron algunos minutos y empezó a sonar una música de fondo similar ala cortina de Mirtha Legrand. Una voz en off pronunció mi nombre y me ordenó levantarme. Me levanté acompañado el movimiento de un y ahora qué mierda hice.
Se abrió la puerta y apareció el gato tuerto. Estaba vestido con un traje sobrio y con la banda presidencial cruzándole el pecho. Se acercó hasta donde estaba y me entregó un papel enrollado. Era una especie de diploma a mi nombre por haberme convertido en un hombre urbano.
Dos cuervos se acercaron y me sacaron la ropa que tenía puesto y se apresuraron a vestirme con una camisa y un traje gris ordinario como premio de kermesse. Antes de que me terminaran de acomodar la corbata, tenía al gato al lado mío acompañado de dos hienas vestidas como promotoras baratas del TC.
Un par de fotos con el gato sonriendo y estrechándome la mano. Estuve a punto de cagarlo a trompadas pero los guardaespaldas que traía el minino imponían respeto y los flashes me habían dejado un poco ciego.
Se retiraron los fotógrafos y aproveché para preguntarle al gato si era libre de irme. El gato me miró con una sonrisa cínica y me dijo no querido, cambiamos el tipo de pena, ahora podés sernos útil. Y sin dejarme meter un bocadillo continuó.
A partir de ahora vas a ser un tipo a tono con el traje: gris. Vas a tener un trabajo gris también para combinar. Vas a ser un administrativo de una oficina estatal , puede ser Anses o alguna otra, después lo vemos eso. Acá tenés el celular y el maletín infaltables para un tipo gris. Ahora te van a llevar a afeitarte y hacerte un corte de pelo gris porque pareces un piruja con esa barba y el pelo largo.
Y si me niego pregunté. Y el gato que tenía medio cuerpo adentro del auto, me miró fijo y se empezó a reir. Escucharon lo que pregunta el boludo este, y todos estallaron en risas.
Mirá boludito, ahora sos un tipo gris. U casa fue remodelada acorde a la de un tipo gris.
Se acabó el boludeo nene! Ahora sos un hombre funcional al sistema. No más radio Rock and Pop ni recitales ni nada de esa mierda. A partir de ahora vas a escuchar Radio 10 y a lo sumo vas a ir a ver a Baby Etchecopar n algún teatro de medio pelo.
Ahora vas a tener televisión y computadora. La tele se va a encender sola al momento de que vos ingreses a tu casa y te va a meter un cable en el orto y te va a mantener idiotizado hasta que te quedes dormido en tu camita gris.
Y la computadora la vas a teñir para que puedas boludear con tus amigos por msn y esas pajerías. Ellos ahora también son tipos grises que se van a conformar como vos boludito con algo tan pequeño como postear cosas en un fotolog o en facebook.
Pero… y mis libros? Dejame terminar forrito. Los libros que tenías están siendo quemados en este momento en la caldera municipal. Libros por favor… los libros son para gente que piensa. Un tipo gris como vos no necesita pensar. A lo sumo vas a poder ver una revistita tipo Paparazzi de vez en cuando para que te diviertas viendo culos y tetas siliconadas.
Pero un poco nada más, porque sos un tipo gris y mirar demasiado te va a llevar a que vayas todos los domingos a la misa donde vas a ser otro tipito gris haciendo mea culpa por ser un pajero y no saber como hacer para ser más funcional al sistema.
Es una mierda lo que me decís gato. Solo como un boludo que no se divierte y encima me voy a sentir mal.
Quedate tranqui. No vas a estar solo. Vas a buscarte una mujer gris para que te acompañe y sea una ama de casa gris que se dedique a cocinarte mierdas grises y de vez en cuando te deje tocarle el orto. Vas a tener sexo gris una o dos veces por semana. Eso sí, a oscuras y como Dios manda. Nada de cosas raras y lujuriosas porque no son correctas para un tipo gris. Y así vas a terminar teniendo uno, dos o tres hijos grises. Más no porque no sos un animal.
Vas a estar atado hasta que te mueras a este laburo gris para poder darle los gustos a tu familia gris. Encabezada por esa esposa gris que se va a dedicar a criar a esos parásitos grises que vas a tener como hijos. Se te van a cagar de la risa continuamente y vas a tener que laburar cada vez más para pagarles una educación gris a los pendejos; comprarle un nuevo lavarropas gris a tu esposa. Y así vas a ir viendo como los años pasan, el mundo sigue girando alrededor tuyo y sólo sos un engranaje más. Un engranaje de color gris.
Vas a ir haciéndote cada vez más viejo y gris hasta que nosotros digamos que estás muy gaga para trabajar. En una ceremonia discreta y gris, te vamos a dar una plaqueta gris y después de darte las gracias por los años de leales servicios te vamos a poner una patada en el orto que vas a llegar a tu casita gris sin escalas.
Y ahí voy a poder descansar? No boludito, tus hijos no te van aguantar porque vas a ser una mierda gris vieja que les molesta y les produce hasta asco.
Te van a tirar en un geriátrico donde vas a estar rodeado de otros viejos que están cada vez más de un color gris oscuro que les anuncia que la muerte está cerca. Vas a tener el cerebro tan gris que no te vas a dar cuenta de lo que pasa y te vas a limitar a que llegue una inevitable muerte gris. Y después de un velatorio gris vas a ser enterrado dos metros bajo tierra custodiado por una lápida gris. Te quedo claro boludo? Nos vemos.
El gato se subió al coche importado y me quedé duro sin poder emitir una palabra. El gato tenía razón. Me había vuelto gris y no había nada que hacer contra eso. Así que tomé mi maletín gris, me acomodé la corbata gris y empecé a caminar por un empedrado gris hasta el trabajo. Miré al cielo y me di cuenta que era un día de mierda, todo estaba cubierto de nubes de color gris.
El gato tuerto tenía razón. Me habían lavado el cerebro de una manera tan eficaz que no tenía siquiera ganas de discutirle nada. Ni se me cruzaba por la cabeza rebelarme. Pero, rebelarme contra qué? Qué es rebelarse? Debo de haberlo escrito mal, y debo tener que ir a revelar unas fotos que saqué con la cámara digital gris que me compré hace poco. Y por qué estoy escribiendo esto si tendría que estar completando formularios.
Tendría que estar trabajando y se me están acumulando los papeles en el escritorio. El teléfono no para de sonar y hay una cola de veinte tipos grises esperando a que los atienda.
Perdónenme pero tengo que volver a trabajar. No quiero que mi supervisor se enoje y me eche. Imagínense, qué haría si me echan de acá con lo cómodo que estoy. No me podría comprar ese coche que tanto quiero y para el que vengo ahorrando. Lo tengo bien identificado, se la cantidad de cuotas, cuánto rinde por litro de nafta. Hasta el color ya tengo definido: va a ser gris topo. ¿Se les ocurre un color más lindo?
By Manuel Castellano
lunes, 27 de octubre de 2008
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